En España está escrito que el Defensor del Pueblo defiende los derechos y las libertades públicas de los ciudadanos frente a los abusos que puede cometer la Administración Pública.
No recibe órdenes ni instrucciones de autoridad alguna, desempeña sus funciones con independencia e imparcialidad. Como es lógico, su papel no es el de defender al Gobierno o al partido político al que pertenece, peor erigirse en inquisidor literario por muchos “autos de fe” que se le ocurran. La Sra. Soledad Becerril Bustamante, primera española en desempeñar esas funciones, estudió filosofía y letras, rama de filología inglesa en la Universidad Complutense de Madrid, ha sido senadora y alcaldesa de Sevilla, ha recibido varios reconocimientos.
Sería inaudito pensar que una persona con esa experiencia y educación prohíba la circulación de un libro sin siquiera haberlo leído. Eso solo ocurre en Macondo, donde el realismo mágico deja de ser un género literario para volverse el reflejo de la vida diaria.