Ciertamente que la libertad de elección de una carrera y la voluntad de culminarla son muy importantes; sin embargo, a la par debe estar la aptitud. La voluntad puede llevar a un joven a ser profesional y si se complementa con la aptitud será un muy buen profesional. Esto es lo que necesita el país, no solo ingenieros y doctores, sino profesionales bien preparados en todos los ámbitos para satisfacer las amplias necesidades de la sociedad.
Si nos preguntamos por qué todos los jóvenes buscan ser ingenieros o doctores encontramos que no valoramos adecuadamente a los técnicos y especialistas de nivel medio que, con alto grado de especialización, deberían ganar igual o mejor, en función del grado de responsabilidad que asumen. Anotando, además, que a ellos se los necesita en
mayor número.
De ahí que, si se insiste en el libre ingreso, las universidades deberían ofrecer opciones de diversos niveles, adecuados a las aptitudes y orientados a las opciones de un mercado laboral con nuevos requerimientos en las industrias y servicios existentes y, sobre todo, en las nuevas que se promuevan en el país. Esto nos lleva a proponer que el libre ingreso sea a cursos propedéuticos serios, donde su objetivo vaya más allá de la selección y cumplan con las funciones de orientación a los estudiantes para que unan a su voluntad, la aptitud personal.