Pocas veces un articulista ha esparcido tanta animadversión, resentimiento, en contra de la administración de justicia en el Ecuador, como lo hace Pablo Ortiz García, en su infortunado artículo publicado en su Diario, el viernes 20 de noviembre del 2015, al que lo ha denominado “La insatisfacción”; haciendo juicios de valor que carecen de realidad, objetividad e imparcialidad; principios que deben contener los artículos de quienes son llamados a orientar con sus comentarios a la ciudadanía, para no convertirse en un simple y mal crítico del acontecer nacional.
Entre sus varias inexactitudes, ha expresado que: “los abogados en libre ejercicio tienen un alto grado de insatisfacción en la práctica de su profesión”; y con gran desparpajo ha agregado que se debe a “que los juicios hoy se ganan con base en el tráfico de influencias”; seguramente se equivocó de momento, pensando en que todavía se vive la época en la que los políticos de turno eran dueños de la justicia, en la que determinadas oficinas de abogados, prevalidos de sus apellidos, aprovechando quizá el buen nombre adquirido por sus antepasados, hicieron de la justicia una dama melindrosa que impartía justicia a sus protegidos, quienes previamente ya habían hecho lobby para saciar sus afanes legales. Claro que debe haber insatisfacción en aquellos abogados que perdieron sus privilegios, aquellos que ya no pueden asistir a los pasillos u oficinas de los juzgadores a impartir órdenes. Debe saber el articulista que ese tiempo ya no volverá; puesto que estamos administrando justicia, jueces con valores, muchos con amplia experiencia y ganadores de concursos públicos. En el afán de procurar una justicia acrisolada, recta, eficaz y oportuna, pueden deslizarse errores, existir jueces incompetentes, con visos de corrupción; pero no por ello puede ligeramente generalizar a toda la administración en los términos que lo ha hecho el autor del artículo. Decir que la justicia dejó de ser una dama con los ojos vendados, para convertirse en una “cualquiera” que da la razón a quien más billetes deposita en uno de los platillos de la balanza con la que se la representa”; es detestable e injurioso. Culparle a la justicia que los abogados están sufriendo trastornos depresivos, problemas cardíacos y que la baja calidad de las sentencias incide en el índice de alcoholismo de aquellos, causa estupor e indignación por ser un comentario superfluo, inútil y deleznable, que hace entrever la sesgada forma de pensar del autor del artículo. El alcoholismo, o cualquier otro vicio que tengan los abogados insatisfechos no será producto del análisis anacrónico que realiza el autor de marras. Los jueces pensamos que estas taras se deban quizá a que en el ejercicio de la noble profesión de la abogacía, en el futuro solo triunfarán aquellos profesionales, serios, responsables, estudiosos del derecho; en virtud de que con la vigencia del COIP y en los próximos meses el Cogep (Código Orgánico General de Procesos), el viejo sistema judicial escrito, quedará como una parte de la mala historia judicial; ya que con la vigencia del sistema oral en todas sus fases; aquellos abogados que litigaban maliciosamente, que retardaban y retardan la prosecución de las causas argumentando miles de pretextos ya no tendrán cabida. Ahora el cliente del abogado se cerciorará personalmente si su abogado le ha hecho una buena defensa, quizá le increpe por sus errores y su fama de abogado litigante se esfume rápidamente con los consiguientes perjuicios para aquel. Ya no podrán argumentar a sus defendidos que los juzgadores son los malos, son corruptos, ya que va a palpar directamente a través de las audiencias orales a quien le asiste la razón. Es el nuevo sistema oral que se está implementando para administrar justicia, el que a muchos abogados los tiene insatisfechos, quizá abatidos, acomplejados; ya que no podrán esgrimir sus consabidas letanías sobre la administración de la justicia, que tanto daño le han hecho; puesto que criterios como el de mi análisis han acarreado una mala reputación de aquella, sin fundamento alguno. Los abogados preparados para el nuevo sistema oral son lo que tendrán cabida, aquellos con pronunciación retardada, oscura, ya no podrán acudir a los tribunales de justicia, so pena de hacer el ridículo ante sus clientes.
En lo que estamos de acuerdo con el articulista es en que debe denunciarse los hechos corruptos, señalarse a los culpables, para no generalizar y cometer una injusticia de juzgar a todos los jueces con la misma vara.
¿Qué dirán las universidades acerca del criterio del articulista de que “en las aulas universitarias los estudiantes de Derecho son formados para ser agresivos”; que las universidades, cambiando la enseñanza del Derecho dejen de formar “gallitos de pelea”?
En suma, señor Director, el artículo de mi preocupación nos produce a todos los jueces, un reproche total; por haber generalizado y adjetivado a todos los jueces; sin discernir o separar hechos seguramente aislados con la actuación digna, decorosa, seria, de la generalidad de los jueces. Es de esperarse que el articulista supere su crisis intelectual y emocional y enmiende su malhadado artículo, para bien del mismo y de la sociedad toda.