La semana pasada analicé el lado amable de la política exterior estadounidense y cómo figuras destacadas como Hillary Clinton y ahora John Kerry al frente del Departamento de Estado han dado y seguirán dando un rostro más abierto al diálogo y las necesidades de desarrollo de los países. Pero Barack Obama es el verdadero artífice del ejercicio internacional estadounidense.
Obama ha provocado una minirrevolución en la política exterior estadounidense. Contrario a la tradición estadounidense, no tiene alineaciones con el pasado imperialista de Bush o con el internacionalista de Bill Clinton. Ryan Lizza del New Yorker dio con la definición perfecta para él: un consecuencialista. No le interesa adquirir o ampliar su poder, es sólo consecuente con un estricto y lacónico sentido del interés nacional estadounidense. Los temas tradicionales para EE.UU.: el conflicto de Medio Oriente, Rusia, o la promoción de la democracia en el mundo, simplemente no le interesan. Quienes quieran ver a Obama estableciendo un plan de paz entre Israel y los palestinos, perderán su tiempo. Lo mismo pasará con quienes esperen un ajuste de cuentas con la oligárquica Rusia. Cándidos latinoamericanos esperando que diga palabras duras o que haga planes contra gobiernos poco-afines como los de la Alba perderán su tiempo (siento desencantar a los conspiracionistas). En síntesis, a Obama no le quita el sueño ni un solo segundo temas que él considera de poco interés inmediato para su gobierno.
Su verdadera y quizá única prioridad por ahora es Al Qaeda y su red terrorista internacional, sin importar siquiera que incurra en flagrantes violaciones constitucionales o internacionales en el intento. La prueba más importante de ello fue la revelación de esta semana: el memo oficial sobre su programa de drones, que en síntesis explica cómo el Ejecutivo ha estado tomando decisiones para asesinar extrajudicialmente (yo prefiero decir sumariamente) a “presuntos sospechosos de terrorismo”. Leyó usted bien: se trata de sospechosos. El memo señala que basta que un alto oficial del Gobierno los considere peligrosos o aliados de Al Qaeda y, que el Estado que lo alberga no quiera o no pueda actuar, para dar la orden. Y todo está escrito tan laxamente que el espacio para la interpretación es inmenso. Demás está decir que él pasará a la historia por abrir esta terrible caja de Pandora de funestas consecuencias. Para empezar, los drones han asesinado 3 461 personas, muchas de ellas inocentes. Esto sólo puede generar más odio y sed de venganza en el mundo. Segundo, la tecnología dron es fácilmente replicable. En el futuro, otros países podrían hacer lo mismo y generar un efecto en cadena. Tercero, la tecnología dron puede ser fácilmente hackeada y redireccionada por organizaciones criminales o terroristas con 3 000 drones sobrevolando el mundo. En síntesis, el remedio puede ser mucho peor que la enfermedad.