Mientras muchos han estado meditando su voto para hoy en el Ecuador, en el Vaticano el papa Benedicto había estado meditando su futuro. Y la verdad, hay que reconocerle dos cosas a Joseph Ratzinger: una gran dosis de humildad porque entendió que no podía con los problemas acumulados. Y, segundo, una inusitada modernidad, porque siendo uno de los papas más ortodoxos y tradicionalistas, decidió romper con la tradición del papado vitalicio, que no se había roto desde 1415 desde el Gran Cisma de Occidente. Y solamente porque en ese momento era la única vía para preservar la unidad del catolicismo. La tradición de no renunciar data de mucho antes. En 1294, Celestino V aceptó un papado que no quería, renunció al poco tiempo, pero el siguiente Papa lo persiguió, encarceló y torturó hasta su muerte, para que a nadie se le ocurra volver a hacerlo.
Al parecer, la iglesia sí enmienda sus errores, aunque le tome siglos enteros reconocerlos. Este es el problema central de la institución católica en muchos temas, desde el uso de anticonceptivos (aunque miles de vidas en África dependan de ello), hasta el sacerdocio femenino. Pero no haber reconocido a tiempo, con responsabilidad y con profunda convicción de enmienda todos los casos de pedofilia y abuso sexual a menores fue un golpe más certero a la Iglesia Católica mundial. El panorama se completó hace apenas unos meses con el lanzamiento del documental “Mea Máxima Culpa: silencio en la Casa de Dios” de Álex Gibney, donde se exponen documentos que prueban que el cardenal Ratzinger -cuando estaba a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe- dio expresas indicaciones de silenciar todos los casos existentes en los Estados Unidos, citando cánones eclesiásticos del pasado. No solo eso, envió mensajeros con suficiente dinero para silenciar a las familias que demandaban justicia por el abuso cometido.
El problema de fondo sigue si endo el hecho de que esta institución religiosa sigue predicando la opacidad. La renuncia de Ratzinger puede ser una oportunidad para repensar la relación entre la religión y la espiritualidad. O la religión y los principios. El catolicismo es aún la segunda religión con más seguidores en el mundo, después del Islam, pero no hay que olvidar que el tercer lugar con 1 100 millones de personas lo ocupan los agnósticos, ateos o simplemente personas no-religiosas. Y es necesario decir que sólo estos últimos y el Islam han tenido un crecimiento sostenido en los últimos 10 años.
Joseph Ratzinger decidió dar un paso al costado, esperemos que ahora sea el turno de un reformista que pone la casa en orden y sepa reconocer errores, al menos a una tasa más acelerada que en el pasado. Si eso es así, algo se habrá ganado. Yo por lo menos estoy pensando en los cientos de hombres y mujeres que al menos esperan explicaciones y reparaciones por las atrocidades cometidas con ellos durante su infancia, bajo el silencio vaticano.