Tres módulos conforman la residencia del arquitecto Gabriel Rivera, de 350 metros cuadrados de construcción. Fotos: Julio Estrella/ CONSTRUIR
Una casa que abraza a la naturaleza que la rodea, camino a Nayón, se concibió en una servilleta de papel. Sobre ese recurso el arquitecto Gabriel Rivera, de 35 años y exalumno de la Universidad San Francisco de Quito, plasmó la vivienda de sus sueños.
Se trata de una casa de 350 metros cuadrados de construcción, implantada en un terreno de 1 000 m2.
Se llama Casa Tacuri y según su creador fue pensada por épocas, mientras desarrollaba otros proyectos. Por eso, el diseño de su residencia le tomó alrededor de dos años. Generalmente, construye casas unifamiliares en un año.
La Casa Tacuri se caracteriza por poseer una arquitectura moderna: líneas rectas, materiales que muestran sus ‘imperfecciones’. Fue construida sobre un terreno lleno de árboles de algarrobo y con una pendiente positiva desde la calle.
La casa tiene la forma de una C y vista al patio interno desde los tres módulos.
Esa vegetación, precisamente, fue la que influyó en el diseño de la vivienda, pues partió de buscar los espacios vacíos que dejaban los árboles.
De los 14 ejemplares solo se taló uno. El resto está en el patio interno de la casa, en la parte posterior y uno, dentro de la casa. Se trata de un fresno que atraviesa la losa y que con el paso del tiempo se espera que sus hojas impidan que el agua moje la madera que recubre el piso de la sala de estar que está frente a la cocina y desde donde se aprecia el patio cubierto de vegetación y el área social: sala y comedor.
Junto a la sala de estar está el cuarto de televisión y los dormitorios de sus hijas. Sobre ese módulo se construyó el dormitorio máster, mientras que, al fondo, desde donde también se mira el patio y las áreas sociales, está el estudio.
La C que dibuja la vivienda evidencia cómo la arquitectura se acopló a los árboles. Rivera cuenta que la decisión se tomó como una muestra de respeto hacia la naturaleza.
La madera está presente en los ambientes de servicio como la cocina y baño social.
Por esa razón también se utilizaron materiales reciclados como los tubos de petróleo que resaltan en la sala y comedor. Esos están rellenos de hormigón, material que está presente en la estructura de la casa, junto al metal.
Los tres volúmenes que conforman la casa de la familia Rivera se distinguen por dentro y por fuera. Desde la calle se observa un módulo horizontal recubierto de madera. Allí están las áreas sociales y de servicio. Adentro, la madera es protagonista en la cocina y baño social. “Es una casa muy pensada desde un punto de vista muy franco de la arquitectura. No queremos esconder nada”.
Todas las áreas de la casa se integran al patio a través de ventanas corredizas. Los dormitorios tienen ventanas más cortas, en comparación con las de la sala y comedor.
Cuando todas las ventanas se abren, el patio y casa como tal, forman un todo.
Los ambientes internos de la casa se integran con el exterior al abrir las ventanas.
La idea, según Rivera, es que sus hijas se dejen llevar por el encanto de la naturaleza en lugar de pasar mucho tiempo frente al televisor. Por eso colgaron hamacas en los árboles.
A ese espacio, este arquitecto lo define como el corazón de la casa, pues lo miran siempre desde donde estén. Para evitar distracciones, el color verde es el único el protagonista. Por eso las plantas ornamentales carecen de flores.
Ese tono se conjuga con el toque de claridad que otorga el mármol travertino, en formato pequeño, que reviste el piso de la sala y comedor. Los materiales que recubren los pisos en todos los espacios están colocados en la dirección de cada uno de los volúmenes.
“Todo en esta casa está muy pensado. Todo tiene una lógica, un orden”, dice Rivera, mientras señala la madera que reviste la cocina. Es del mismo tamaño que el material que recubre el piso, al igual que las huellas del encofrado que están en el techo.
Las medidas similares se establecieron para que exista armonía dentro de la residencia y para que la gente que la visita experimente la arquitectura. Para que se cumpla el objetivo, Rivera dejó en un segundo plano el mobiliario, piezas que estaban en su antigua casa y en un departamento en la playa.
Sus colores, sin embargo, están en sintonía con el color del mármol y madera. En la cocina, por ejemplo, el mesón es de color blanco, al igual que las sillas. En el comedor, la mesa tiene un tono claro, mientras que las sillas blancas lucen un tapizado oscuro. En la sala se destaca un sillón, también blanco.