La casa principal recuerda a la vieja estación. Foto: William Tibán para EL COMERCIO.
El calor de una chimenea alimentada con maderos de eucalipto mitiga el clima gélido de Urbina, una comunidad situada a 3 800 metros de altura, en las faldas del volcán Chimborazo. Esa chimenea, hecha con ladrillos vistos también es el atractivo central en la sala de la Posada La Estación.
Ese sitio es uno de los refugios preferido de los montañistas que se preparan para ascender a la cumbre del Chimborazo, pero también lo visitan con frecuencia los amantes del turismo comunitario y quienes están de paso por antigua estación del tren, situada al frente de la infraestructura de estilo rústico.
En la posada se ofrece alojamiento con capacidad hasta para 24 personas. Hay ocho habitaciones que cuentan con todas las comodidades de una vivienda moderna, pero están inspiradas en la vida sencilla y tranquila del campo.
Cada una lleva el nombre de un volcán de la región andina y están decoradas con las fotografías que su propietario, Rodrigo Donoso, ha coleccionado durante toda su vida. La mayoría son de su autoría.
La chimenea tradicional en el hall. Foto: William Tibán para EL COMERCIO.
Las fotos muestran parajes andinos, montañas y retratos de indígenas puruhaes, pero el paisaje que más llama la atención de los visitantes es el que puede verse a través de las ventanas. Cada habitación tiene iluminación natural y vista a los páramos del Chimborazo
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También, destacan las puertas de ingreso. Están hechas con carrizos, maderas recicladas y sacos de yute. “Buscamos ideas creativas para ambientar; sobre todo ideas ecológicas que no contradigan nuestra filosofía de cuidado ambiental”, explica Donoso.
Las habitaciones están instaladas en la estructura principal de sitio turístico. Allí también hay un hall donde se adaptaron espacios recreativos como una sala de televisión, una mesa con fichas gigantes de ajedrez, y cómodos asientos para apreciar el paisaje desde el balcón.
Las habitaciones mantienen ese cromatismo y ese cargada decoración de las viviendas de los nativos del sitio. Foto: William Tibán para EL COMERCIO.
Asimismo, en la primera planta se instalaron un comedor y la cocina. Allí también se exhiben fotografías antiguas y parte de la historia de los primeros montañistas en llegar a la cumbre del Chimborazo. Es que los platos típicos que se sirven allí están acompañados del relato de su propietario, un andinista con 32 años de experiencia.
La estructura principal ocupa unos 200 m² y fue construida con vigas de cemento, con paredes de madera y techos revestidos con tejas de cerámica para conservar el calor del ambiente, a pesar de que la temperatura promedio es de siete grados centígrados.
La propiedad abarca dos hectáreas de terreno. Los turistas que la visitan también pueden conocer un jardín botánico con más de 200 especies de plantas, árboles nativos, orquídeas de páramo…
Pero la vivienda que el propietario adaptó para su uso personal es una de las principales atracciones de La Posada. Él convirtió una choza originaria de la cultura Puruhá, en una vivienda cómoda, saludable y sustentable.
La choza adaptada para el dueño. Foto: William Tibán para EL COMERCIO.
A diferencia de las chozas de otras etnias, las que se construyen en las comunidades indígenas de Chimborazo se caracterizan por sus paredes altas y anchas hechas con tapial (lodo mezclado con paja) y sus techos de paja. Además, cuentan con un soberado (ático) que, usualmente, se utiliza para secar y almacenar los granos.
Donoso aprovechó esas características únicas para adecuar una vivienda más cómoda, pero fue necesario solucionar algunos problemas típicos de las chozas con adaptaciones más modernas. Por ejemplo, las paredes de tapial requirieron un revestimiento de cemento para evitar el desprendimiento de tierra y el desgaste de las paredes.
Además, el tradicional fogón se reemplazó por un moderno calefactor de gas que se enciende durante un par de horas y logra conservar el calor en el ambiente durante toda la noche. La choza se mantiene en una temperatura de 23 °C.
Donoso aprovechó la altura del soberado para transformarlo en un espacio para guardar ropa y otros enseres. También, adaptó dos ventanas para iluminar más el ambiente con luz natural.
Los muebles se escogieron para convertir la choza en un espacio más cómodo y moderno, pero combinan con el concepto de diseño rústico y nativo de La Posada. Allí hay una cama de tres plazas y otros muebles de madera.