La obsesión por la “casa de cemento” sufrió un remezón muy potente el 16 de abril pasado. La inclemencia del sismo que destruyó poblaciones enteras en Manabí y Esmeraldas evidenció la incompatibilidad de las edificaciones de hormigón en un contexto de limitado acceso a recursos, poco conocimiento y escasa aplicación de normativas.
Del mismo modo, la secuela del sismo deja varias edificaciones que, dignas, sobrevivieron a uno más de tantos sismos en su larga historia. Las casonas de caña o madera fueron pensadas para durar, construidas con tecnología de siglos y terminadas con la confianza de que esos materiales, locales y probados, son los mejores para aguantar la fuerza de la naturaleza.
Los sistemas constructivos, sin embargo, no son el único factor de riesgo. La implantación de los asentamientos juega un papel crítico también. Puerto López, por ejemplo, tiene el pueblo de los pescadores en una zona alta junto al estuario del río.
Las violentas inundaciones que han asolado el centro de la ciudad nunca les han afectado. El diseño urbano es tan importante como la manera en que construimos nuestros edificios.
La reconstrucción no comprende solamente edificios y carreteras. Solo estará completa si se fortalece la economía local para que las ciudades vuelvan a crecer con las ideas, proyectos, emprendimiento y empuje de cada uno de sus ciudadanos.
El debate en este primer momento debe ir más allá de sistemas constructivos e incorporar el diseño urbano. Cuando está bien planteada, la forma de las ciudades resulta en un factor esencial para garantizar seguridad ciudadana, salud pública, inclusión social, cuidado del medioambiente, fortalecimiento de barrios y comunidades y el tan necesitado desarrollo económico.