Todo ecuatoriano medianamente informado sabe que la principal enemiga de la construcción nacional es la informalidad; es decir, la edificación antitécnica de casas e inmuebles.
Más del 60% de la construcción del país no aplica la NEC (Norma Ecuatoriana de la Construcción) e incumple con los estándares internacionales. Por lo mismo, es muy vulnerable a la acción de eventos naturales como sismos, inundaciones o erupciones volcánicas.
Esta inobservancia de las normativas de quienes trabajan en la construcción informal se acentúa con la propia práctica de la informalidad. El cemento es un ejemplo de ello.
Este aglomerante sintético es uno de los productos más conocidos del mundo y, sin embargo, es uno de los más maltratados, lo que influye directamente en la calidad de la construcción.
El cemento sirve como ligante o aglomerante en la fabricación de morteros y hormigones. Para eso se fusiona con los áridos (arena, polvo de piedra, ripio…) y el agua. Y sirve para unir materiales.
Una de las malas prácticas con el cemento tiene que ver con su apilado, cuando se necesita almacenar el material.
Es conveniente guardarlo en rumas de 10 y 12 unidades, como máximo. Nunca debe estar en contacto con la humedad, peor con el agua. ¿Por qué? Porque el agua desata una reacción química irreversible y el cemento entra en proceso de fraguado y se daña.
Por eso, cuando está almacenado hay que proveer al lugar de una buena ventilación; esto evita la condensación de la humedad en el ambiente.
Otro error común en la informalidad: las mezclas se realizan en sitios no preparados, llenos de tierras y hierbas que se adicionan a los morteros y los bajan de calidad.