En esta explanada los tsáchilas realizan ferias, campeonatos deportivos, presentaciones artísticas y elecciones de reina. La cabaña se llama ‘Mala Ya’ y es un templo musical. Fotos: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
El centro etnográfico tsáchila Aldea Colorada se renovó. Este lugar, ubicado en la comuna Peripa, fue un proyecto comunitario que se construyó hace unos 15 años, con fondos municipales. El proyecto está dividido en cuatro espacios, en un terreno que abarca 40 hectáreas e incluye un bosque primario.
En el primer espacio hay un camino de piedras y dos cabañas para vigilancia. Estas están elaboradas con pambil, caña guadúa, paja toquilla y bambú, que son los elementos típicos de la nacionalidad. También hay un parqueadero para 50 vehículos, aproximadamente. A unos 50 metros hay plantaciones de cacao y plátano.
El segundo espacio es el del chamanismo y es el más importante. Esta zona, de 2 500 metros cuadrados, tiene una cerca viva con plantas nativas.
Ellos decidieron plantarlas para darle más privacidad al turista que desea consultas con alguno de los cuatro curanderos certificados del proyecto turístico.Para ir hasta el área de los rituales colectivos se debe caminar por un sendero de tierra con plantas. Al llegar se puede observar una cabaña con techo de paja toquilla y balsa. Ese está sostenido por caña guadúa y pambil, que fue enterrado a 100 metros de profundidad y reforzado con cemento para que soporte los fuertes vientos invernales y los temblores.
Esta cabaña es un consultorio de medicina tsáchila.
Ricardo Calazacón, vegetalista de Aldea Colorada, afirma que cada año se realiza una minga general para eliminar la maleza y los nidos de aves que se hacen en los techos.
Esa minga se realizó el mes anterior antes de la fiesta Kasama, que es la más tradicional de la nacionalidad. Más de 30 personas se encargan de hacer la limpieza del territorio de una hectárea, que es donde están las cabañas.
Él afirma que cada cabaña fue construida según las indicaciones que dejó el último gobernador tsáchila vitalicio Abraham Calazacón. Según el vegetalista, antes se utilizaba la balsa para recubrir las paredes. Ese material tenía la ventaja de que era más resistente al agua y también servía para evitar que las serpientes y animales salvajes ingresaran a las viviendas.
Este es el templo colectivo donde se hacen rituales.
En la tercera zona de este proyecto se construyó un área de recreación con una explanada para hacer feria o presentaciones artísticas. En esta zona hay dos construcciones mixtas y una cabaña sin paredes llamada ‘Mala Ya’. Ahí se realizan encuentros culturales, presentaciones artísticas de música y danza, y se elige a la reina del Kasama.
En una de las construcciones mixtas, con madera y cemento, funciona un restaurante, que tiene grandes ventanales desde donde se observa un nutrido bosque tsáchila.
La segunda construcción está en remodelación. Se tiene previsto que ahí funcione un museo etnográfico.
El techo está construido con balsa, caña y paja toquilla.
Este lugar es de dos plantas. En la parte baja se construye una especie de río, donde los guías nativos podrán demostrar a los turistas cómo se pescaba hace más de 100 años.
En la parte superior se elabora una réplica de las casas tsáchilas con una cocina a leña, camas, literas, el cuarto de los niños y el área donde se reunían los adultos a festejar o tomar decisiones.
Según Calazacón, aún no se tiene una fecha de inauguración debido a que deben repararse el techo y algunas paredes que tienen humedad. La cuarta zona está comprendida de senderos que llevan al turista hasta el bosque nativo tsáchila. Los tsáchilas han elaborado escaleras y colocado pasamanos para brindar más seguridad al turista.