Yani es aventura y naturaleza

Un niño se mece en la cuerda sobre el estanque esmeralda del río Yani, en Tena. Foto: Raúl Díaz para EL COMERCIO

Los pies de Rosalina Cerda y Hugo Andi conocen bien las riberas del río Yani. Pueden bajar corriendo entre las rocas y caminar por el sendero, aguas arriba, guiando a los turistas que recorren parte de las 120 hectáreas del bosque que ellos y su familia protegen.
Han hecho el mismo recorrido desde hace 30 años, y hace dos pusieron en marcha un proyecto de ecoturismo comunitario, que involucra a 34 personas de la comunidad que lleva el mismo nombre. En el día caminan hasta 10 veces por esta ruta llena de colorido y de paisajes exóticos.
En algunos tramos, el paso del afluente se estrecha tanto que forma una especie de tobogán natural, por donde atraviesan el agua agitada y los bañistas que disfrutan de lo extremo.
A buen paso, la caminata o trekking dura 20 minutos. La recompensa al esfuerzo para Emilio Jaramillo y Martha Hidalgo, que llegaron de Quito, es mirar la laguna Escondida, como la llaman los kichwas del sector. Este atractivo es una especie de pailón alimentado por una cascada moteada por el sol. “Es espectacular, un atractivo natural en medio de la selva, es una maravilla”, comenta Jaramillo.
En el lugar, los bañistas ensayan clavadas desde una altura de 4 metros. Andi es el primero en practicar y tras varias indicaciones los turistas que llegaron de Quito, Tena, Ambato y otras ciudades lo hacen con cuidado.
En un trayecto de 1 kilómetro del río Yani forma tres estanques naturales con agua color esmeralda, donde los turistas disfrutan de un chapuzón. Desemboca en el Jatun Yaku (Río Grande, en español), que es de nivel tres y donde se practican el rafting y el kayak, a cargo de los guías del sector.
Los fines de semana, decenas de bañistas no solo disfrutan de sus aguas cristalinas sino que caminan por los senderos del bosque protector que guarda árboles de más de 200 años. “Es un paraíso escondido y lo cristalino del agua invita a nadar. Esto fue descubierta por mis abuelos hace más de 35 años”, dice Andi, responsable del proyecto de turismo comunitario localizado en la vía Tena-San Jorge-Talag-Cando.
Hay que recorrer una vía de 25 kilómetros desde el centro de la ciudad de Tena, en Napo. Hay un tramo asfaltado y otro lastrado que conducen al lugar.
Seis familias kichwas protegen este espacio y evitan la tala, la caza y la pesca furtivas. Andi cuenta que lo impresionante de su paisaje y de otros atractivos la motivaron hace dos años a desarrollar el proyecto de turismo, con apoyo del Consejo Provincial de Napo.
Construyeron los senderos, dos cabañas tradicionales kichwas edificadas con materiales de la zona, como caña guadúa, madera de chuncho y el techo tejido con paja toquilla. Johanna Miranda, turista ambateña, descansa en una de las hamacas armadas en el sitio. Disfruta de un vaso de guayusa y del maito de carachama o tilapia que le ofrecen.
Desde ahí se puede mirar el imponente paisaje que cubre esta inmensa alfombra verde de la selva amazónica, bañado por los ríos Yani y Jatun Yaku.