Hay quien augura que la inteligencia artificial (IA) será capaz de traducir idiomas o de escribir mejor que los humanos; de pintar o de crear complejas composiciones musicales; o que las máquinas conducirán o realizarán operaciones quirúrgicas de altísimo riesgo mejor que las personas más cualificadas.
Pero ¿está la inteligencia artificial libre de caer en los mismos errores que los humanos, incluso en la estupidez artificial?; la respuesta es no, y durante los últimos años ya se han registrado casos y se han sucedido los errores; uno de los más sonados: la aplicación que interpretó la imagen de dos personas negras como si fueran dos simios.
Capaces de aprender y de pensar, de desarrollar cualidades humanas -como la intuición o la creatividad- las máquinas aprendieron hace casi 70 años a diferenciar entre izquierda y derecha.
Desde entonces se han impuesto a campeones mundiales del ajedrez o del póker, reconocen rasgos faciales o la voz, traducen de forma simultánea. Conducen de manera autónoma y perfeccionan el diagnóstico médico.
Realidad cotidiana
La inteligencia artificial (IA) será uno de los mejores aliados para afrontar los principales desafíos de la humanidad. Pero millones de personas -de forma consciente o no- la utilizan ya de forma cotidiana (navegación, geolocalización, computación o asistentes virtuales). Sus utilidades y aplicaciones son infinitas.
Robótica, redes neuronales, algoritmos, bases de datos inteligentes; utilidades ilimitadas y en medio de las cuales irrumpe el debate sobre la ética de esta tecnología. Sobre el riesgo de que acrecienten las distintas brechas que ya existen (geográficas o generacionales). De que las máquinas puedan llegar a ser completamente autónomas y a desobedecer o incumplir las funciones para las que fueron diseñadas; algo que ha sondeado la Literatura y el Cine.
Surgen en este contexto los laboratorios de ideas para reflexionar y debatir sobre IA. Sobre la ética y sobre la importancia de que las tecnologías no queden al margen de los valores. De que las máquinas estén al servicio de las personas y no al revés y de que la sociedad perciba la IA como una oportunidad. No como una amenaza.
El presidente de We The Humans -un laboratorio de ideas independiente-, Juan Ignacio Rouyet, observó que la propia Comisión Europea propone un marco regulatorio de la IA basado en cuatro niveles. Desde el riesgo “mínimo” hasta el “inaceptable”, y situó en este nivel los usos que estarían completamente prohibidos, como que un gobierno use esta tecnología para conocer mejor a un ciudadano.
Defensa de la intimidad
Rouyet apunta que algo aparentemente inofensivo como un navegador puede escudriñar datos sobre la personalidad y conocer por ejemplo si alguien acude más a librerías o a bares. Lo que afecta de una forma directa a la libertad y a la intimidad de la persona.
Y en el mismo sentido, el investigador Pedro Meseguer recordó que el anonimato que existía antes se está perdiendo. Pero incidió en que los “temores” hacia esta tecnología se pueden neutralizar con una legislación clara que determine un tratamiento concreto de los datos personales recogidos por estas aplicaciones y que se haga cumplir por parte de las compañías tecnológicas.
Meseguer, del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, dice que, como cualquier otra tecnología, la IA puede ser ‘neutra’.
El presidente de We The Humans mantiene que se trata de una tecnología “muy poderosa” porque identifica patrones y porque aprende, por lo que sus usos son ilimitados “e insospechados”.
La IA ha sido capaz -recordó- de pintar “El próximo Rembrandt”, un retrato “al estilo” del pintor neerlandés, cuando aprendió a reconocer sus patrones de pintura; “pero la IA no fue creativa, pintó lo que le dijeron”.
Profesor en varias universidades, Rouyet mantiene, además, que las brechas y las desigualdades que provocan las nuevas tecnologías van a ser cada vez mayores, y se pregunta en ese sentido si el dueño y director de Meta, Mark Zuckerberg, está pensando implantar el “metaverso” en Sierra Leona (África).
O si el robot humanoide diseñado por Tesla -cuyo coste rondará los USD 20 000– está pensado también para el mercado etíope o si estará al alcance de cualquiera.
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