En estos pajonales nacen las fuentes de agua para las comunidades aledañas. Foto: Álvaro Pineda / para EL COMERCIO
Por una zanja denominada camino cortafuego, para controlar los incendios forestales, Daniel Ichau y Ricardo Molina recorren los páramos de Gallo Rumi, verificando que no existan novedades.
Unas 1 301 de las 1 506 hectáreas que pertenecen a la Asociación Agrícola del mismo nombre, localizadas en la cordillera oriental de los Andes en los límites de los cantones Ibarra y Pimampiro (Imbabura), están bajo su control.
Los 23 integrantes de la organización, la mayoría autoidentificados como kichwas karankis, se alternan para hacer las rondas de vigilancia cada fin de semana.
Así lo hicieron los dos campesinos el sábado anterior. El cerro está tranquilo, comenta Ichau, al referirse al clima. “Hay días en que permanece nublado o llueve mucho”.
Los dos activistas son parte de la segunda generación que ha asumido el reto de manejar este territorio, al que consideran un legado de sus progenitores.
Sus padres lograron legalizar este paraje ante el Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización, en 1999, pero llegaron 13 años antes.
Si bien al principio consideraron que eran tierras aptas para la agricultura y ganadería, la idea varió con los años.
Una de las primeras acciones fue retirar el ganado de la zona, para preservar y evitar la contaminación de fuentes de agua que abastecen a localidades vecinas como Añaspamba. Eso sucedió en el 2005, recuerda Ricardo Molina, otro de los socios de la agrupación.
Desde hace seis años, Gallo Rumi es parte del programa Socio Bosque del Ministerio del Ambiente (MAE). Es una de las dos organizaciones comunitarias en Imbabura que se han sumado a esta iniciativa ambiental, explica Julio Morán, coordinador de la Zona 1 del MAE. “Este plan nacional busca conservar bosques nativos, páramos y otras formaciones vegetales”.
En la Provincia de los Lagos bajo esta modalidad están protegidas 19 176 hectáreas. El ecosistema de Gallo Rumi corresponde a páramos.
Con un poco de suerte, Molina dice que se pueden avistar conejos de monte, venados de cola blanca, osos andinos o pumas. Hace tres semanas logró observar el paso de uno de estos últimos ejemplares.
Este labriego es uno de los que más conoce esta área tapizada por pajonales y sigses, chuquiraguas, árboles de yagual, polylepis y quishuar diseminados por estas montañas.
Desde cuando aún era niño, Molina acompañaba por los recovecos de esta zona a su padre José Miguel, uno de los socios fundadores de Gallo Rumi, ya fallecido.
Ahí conoció que la elevación más alta de esta región es la loma conocida como Valentín, ubicada a 3 800 metros.
También sabe que el mejor lugar para descansar de las largas caminatas es el sitio conocido como Cóndor Pamba, en donde se puede avistar a la emblemática ave.
En tanto, en Wasi Rumi o Casa de Piedra se puede acampar junto a una roca gigante. Otra peña, en cambio, tiene forma de gallo. Es la que da el nombre a este paraje andino.
Uno de las joyas es la cascada Cucho de Torre, de donde nacen las fuentes de agua. Los comuneros quieren incursionar en el turismo, por lo que señalizarán el sendero que conduce a este salto de agua.
Los campesinos se comprometieron voluntariamente a la conservación de esta área. Por eso, no se cansan de recorrer la montaña siempre.