Si algún día se va a Londres, una parada imprescindible es el Museo Británico, quizá el más importante del mundo. Tiene obras de todo el mundo, muchas de ellas obtenidas de manera dudosa, –para muchos, expoliadas– de las colonias en tiempos en que fue el mayor imperio del mundo. Pero enfrenta la exigencias de la devolución de esas piezas.
Los gobiernos británicos y griegos estarían próximos a llegar a un acuerdo para que una pieza fundamental de la colección, los mármoles del Partenón, vayan a Grecia temporalmente. Pero nunca de manera definitiva. Además, se lo hará solamente en un trueque de piezas de la antigüedad clásica que nunca se han exhibido fuera de Grecia.
En una entrevista a la BBC, la ministra de Cultura británica, Michelle Bonelan dijo que no es la intención del Reino Unido devolver los mármoles de Partenón. “Soy muy clara, creo que no deben volver”, dijo.
Si bien sostuvo que empatiza con quienes creen que esta y otras que tiene el Museo Británico deben ser restituidas, sería pisar sobre suelo resbaloso. “Abriría una caja de Pandora”, dijo.
La protección de las obras en el Británico
“Son bienes de nuestro país que hemos cuidado –añadió Bonelan- y hemos permitido que el mundo los admire”. Y es cierto. El Museo Británico es el sitio más visitado en el Reino Unido. Al año, llegan más o menos seis millones de personas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Museo Británico se encargó de cuidar estas obras de posibles saqueos y de la destrucción en los intensos bombardeos sobre Inglaterra de la Luftwaffe alemán.
En Inglaterra ya sentía que era inminente el conflicto bélico con los ejércitos de Hitler. Entonces se dedicaron a embalar 100 toneladas de piezas, monedas, entre ellas los mármoles del Partenón, y ocultarlas entre las estaciones del metro.
¿Cómo llegaron los mármoles al Museo?
Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, se encontraba destacado como oficial británico en Atenas. Grecia entonces formaba parte del imperio otomano. Allí ordenó que las retiraran las piezas de un friso del Partenón.
El conjunto llegó al Reino Unido entre 1801 y 1805. Pero el conde de Elgin quebró y decidió ponerlo a la venta. Lo compró el Parlamento en 1816, aunque luego de un largo debate por ciertas dudas éticas de cómo Bruce las obtuvo.
Otro reclamo entre tantos
Desde hace 77 años, Grecia exige que se les devuelvan los mármoles. No es el único país: son muchos los que piden la restitución de lo que consideran una expoliación de su patrimonio cultural.
Chile, por ejemplo, reclama desde el 2018 que un Moai de Rapa Nui (Isla de Pascua) le sea devuelto. En el Museo reposa un moai de 2,4 metros de alto, que pesa cuatro toneladas y con más de mil años de antigüedad.
El moai, denominado Hoa Hanakananai, fue sacado del país en 1868 por Richard Ashmore Powell, capitán de la fragata Topaze. Es parte del espíritu y la pasión por la arqueología en la Inglaterra victoriana. Se lo llevó en ese barco a Londres; se lo regaló a la reina Victoria y esta, a su vez, se la pasó al Museo Británico.
De esta manera, la impresionante escultura llegó a Portsmouth, Inglaterra, en la cubierta de la fragata Topaze. Powell se lo regaló a la reina Victoria y ésta decidió pasarlo al Museo Británico.
La población de Rapa Nui ofreció a cambio que entregaría una réplica de la figura. El Museo considera que, además de la dificultad de transportarlo, la conservación de esta pieza estaría en riesgo. Sin embargo, en Rapa Nui hay 900 moais.
Las guerras y el botín para el Museo Británico
La cultura egipcia otorga una de las principales colecciones en el Museo Británico. Y la pieza fundamental es la piedra de Rosetta, un decreto del años 196 antes de Cristo. Fue clave para descifrar los jeroglíficos.
La posesión de la Piedra de Rosetta es fruto de las guerras. Francia se apoderó de ella tras las invasiones napoleónicas en Egipto entre 1798 y 1801. El capitán francés Pierre-Francois Bouchard lo encontró el 15 de julio de 1799.
Luego, en 1801, Francia firmó la Capitulación de Alejandría, en 1801. Un año después, ya se exponía en el Museo Británico.
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