La riqueza de la decoración de la fachada del hotel es una de las principales del Centro Histórico de Cuenca. Fotos: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Tras el incendio por un cortocircuito, que se registró el 4 de junio de 2008, los cuencanos lamentaron la posible pérdida del entonces edificio San Cristóbal, que es uno de los principales íconos patrimoniales de la capital azuaya. Estaba en riesgo de colapsar.
En noviembre pasado sus puertas fueron abiertas otra vez para el funcionamiento del Hotel San Ezequiel, que es parte de uno de los principales entornos arquitectónicos de Cuenca, porque está en la parte posterior de la Catedral de la Inmaculada o Nueva y frente al parque de Las Flores y al Monasterio de El Carmen.
Desde el 2008 tuvo dos procesos de restauración. El último estuvo a cargo del arquitecto Claudio Ullauri y duró dos años. En el interior se destacan los arcos de ladrillo visto y los pilares de madera del patio central, que fueron recubiertos con madera.
También está el arco de ladrillo visto del ingreso, que está adornado con figuras de rosas similares a las existentes en la Catedral Nueva. En el patio central se decoró una pared con ladrillo y piedra. Fue un elemento que Ullauri respetó de la intervención anterior.
Según él, las alturas de los dos primeros pisos de hasta 4,5 metros permitieron diseñar cuartos con mezzanines para el alojamiento de familias extensas o grupos.
En el tercero y cuarto niveles, las habitaciones son más pequeñas. Tienen una altitud de hasta cuatro metros y ofrecen una vista privilegiada de la Catedral de la Inmaculada, de la iglesia de San Francisco y otros espacios del Centro Histórico. Son 22 cuartos en total, entre sencillos, dobles, matrimoniales…
Las dos primeras plantas del edificio tienen una altitud de 4,50 metros. Allí, se destacan los pilares y los arcos.
Ullauri considera que la fachada es el elemento principal de la casona, que data de 1932 y que tiene un estilo republicano que predominó en esa época en Cuenca. “Se conservaron todos los detalles”. Es rica en cornisas, capiteles y frisos en diferentes niveles y tamaños. En la recuperación fueron pintados con tonalidades terracota, verde y beige para destacar cada uno de los elementos.
“Cuando se inició la restauración, el inmueble estaba en pésimas condiciones. Reforzamos la estructura con un sistema que pasa desapercibido y no afecta al diseño original. Era vital hacerlo para evitar que exista cualquier amago de un colapso”, señala Ullauri.
De forma independiente se construyó otra estructura de hormigón, para que soporte por sí sola a un ascensor para el uso de los huéspedes que se alojen en los cuatro pisos.
En la casona también se colocaron pasamanos de hierro con un diseño sencillo. Su objetivo decorativo es que permitan apreciar los atractivos como el ladrillo visto, la madera y otros elementos.
Según el propietario de la casona y del hotel, Cristóbal Guerrero, posteriormente se tiene previsto incorporar pintura mural en las paredes para completar la decoración. “Invertimos en un hotel debido al incremento de turistas y por la presencia de extranjeros, que están interesados en residir en Cuenca”.
El arco de ingreso al hotel estaba recubierto por empaste y pintura. La intervención recuperó su textura genuina.