Es una de las paradojas urbanas de la época: aunque las ciudades tienen un altísimo porcentaje de suelos residenciales y los conjuntos habitacionales y edificios de departamentos nacen como espigas en verano, los equipamientos recreativos y las áreas verdes no crecen en la misma proporción.
Y existe un gran déficit de parques y sitios recreativos, como se observa en Quito, Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas.
Es más, la Ordenanza municipal quiteña exige que el 10% de la superficie total de un emprendimiento residencial debe ser de áreas comunales y recreativas; lo que muchas veces no se cumple por diversas circunstancias, entre ellas la ‘viveza’ de algunos constructores y el desconocimiento de la Ley de quienes compran los inmuebles.
Por esa razón, la creación de parques y zonas de recreación urbanas son bienvenidas por la ciudadanía, que necesita esos espacios para recargar sus baterías.
Es de esperar que el ya famoso Parque del Lago, que reemplazará al ya mismo difunto aeropuerto Mariscal Sucre, sea utilizado de esa forma; en toda su extensión y no sea retaceado sin misericordia, como ya ha sucedido con otros espacios parecidos en todo el país.