Por el aroma agradable y la rica comida, la cafetería La Hacienda parecería una casa de campo. Pero no, se ubica en el corazón de Ibarra. Desde hace seis años funciona en la tradicional Esquina del Coco, en donde se dice nació la capital imbabureña.
“Es un sitio rural dentro de la ciudad”, describe su propietario Juan Pablo Calderón. En cada rincón de los 250 m², que abarca dos salones con altillos y dos pasajes, hay detalles que lo asemejan a una casa de hacienda.
Calderón, quien diseñó el sitio, considera que se trata de un lugar temático. Al local, que hasta mediados del siglo pasado funcionaba como aulas del Colegio Teodoro Gómez de la Torre, le adaptaron elementos de una construcción rural.
Aunque Calderón nació en Quito se crió en el campo de Cayambe. Esos recuerdos de la infancia le marcaron y ahora los reproduce usando barro, madera de eucalipto y piedra. Sus aromas y formas le traen nostalgia.
Esos elementos, precisamente, le permiten una armonía al interior de este inmueble que forma parte del Patrimonio Cultural del país, desde 1982.
El primer salón, de 38 m², es donde inicialmente empezó a funcionar el café. Ese espacio fue rehabilitado por el ex Fondo de Salvamento de Patrimonio de Ibarra. Se cambió la cubierta y se refaccionó las paredes y el piso.
Calderón, un autodidacta en restauración, apostó para la decoración con colores ocres, durazno y azul añil, para acentuar un ambiente campestre.
El diseño de La Hacienda fue acondicionado según los materiales que tenían a mano. Por ejemplo, la barra en donde se preparan bebidas y despachan pedidos es un establo.
En tanto, los comederos del ganado, en forma de cruz, se convirtieron en mesas para los clientes. Las bancas también tienen diseño rústico. Los asientos son cubos de paja. Los tarros que en las ganaderías sirven para almacenar leche se convirtieron en butacas para la barra.
“Nada se desperdició del bosque de eucaliptos que se utilizó en la decoración interior”, según Calderón. La cocina fue tapizada con cortezas del eucalipto.
En tanto el segundo piso, sostenido con pilastras de madera de 20 centímetros de ancho, fue levantado bajo el concepto de un troje. Ese espacio dividido por tabiques sirve para guardar cereales, pero en La Hacienda es otro ambiente para los visitantes.
Los lavamanos de los baños recuerdan las viejas cocinas de leña, en donde las pailas de bronce reemplazan a los lavabos.
Desde hace un año, a esta cafetería cuya especialidad son los sánduches en pan francés, tablitas de queso, jamón y vino, se integró el segundo salón de 50 m². También un pasaje interno.
En estáárea se conservan elementos originales de la estructura como la cubierta de carrizo y paredes de adobe de 1 m de ancho. En ese espacio se retiró el entretecho que era de yeso para dejar a la vista a las columnas de madera, articuladas con la técnica de tijeras de rey para dar soporte a la cubierta.
La única adaptación es la colocación de piedra en el piso en vez de madera. Ese elemento le da un aire campestre a esta cafetería, que es en una de las más concurridas de Imbabura.