Una de las actividades más representativas de la vida de los pueblos precolombinos fue la alfarería. En ollas, jarras y vasijas se guardaban el agua, el maíz y la sal; se fermentaba la chicha y se preparaban los alimentos.
Desde esos tiempos, las vasijas de arcilla y barro han adquirido no solamente un carácter útil en la vida de las sociedades que las elaboraban sino un cierto valor mágico, ya que la cerámica era y es considerada la unión de los cuatro elementos del universo: agua, aire, barro y fuego.
Esa idea hizo que seis artesanos de la provincia de Carchi se unieran y formaran una asociación de ceramistas. La sede del grupo se ubica en San Gabriel, la cabecera cantonal de Espejo.
Lucía Usuay, una de las ceramistas, cuenta que la materia prima la encuentran en los yacimientos ubicados en Paluz y en El Troje, en el mismo cantón. Las arcillas roja y blanca se procesan primero con el secado.
Miguel Ángel Jami cuenta que en la provincia del Carchi existe gran variedad de materia prima. “Hay arcillas de diferentes colores, varias estructuras, con distintas composiciones químicas… que pueden ser utilizadas para el arte, para el piso e, incluso, como aislantes eléctricos”.
El material no tiene químicos ni contaminantes, por lo que actualmente se está promocionando en los centros de educación.
Cuando ya está seco se pasa a la molienda. El molino de martillos sirve para la masilla plástica; mientras que en la líquida se hace en uno de bolas.
En este último se coloca la arcilla blanca molida a mano y se agregan agua y unas gotas de silicato. Se cierra la compuerta y, después de una hora, se obtiene la mezcla perfecta para la obra.
En el molino de martillos, en cambio, se pone la arcilla seca y la máquina se encarga de transformarla en un polvo fino, que combinado con agua se convertirá en la masa moldeable.
Los objetos de cerámica se fabrican en moldes, porque pese a ser un trabajo artesanal estas hormas ayudan a ahorrar tiempo. “Esta tarea tarda alrededor de una hora”, añade Usuay.
Luego se pasa a lo que es el segundo proceso de secado de las piezas. El pulido o quitar las rebabas implica retirar todas las huellas que quedan del molde es el siguiente paso.
La introducción al horno viene después. En las piezas utilitarias, la primera quema se hace a 1 025 grados, porque se utiliza el método del vidriado; en tanto que los objetos decorativos o partes al frío ingresan con una temperatura de 900 grados.
Ya cuando las piezas están en bizcocho se pasa a la parte decorativa. Aquí se utilizan esmaltes que, en la mayoría de los casos, son también fabricados por los mismos artesanos del grupo.
Mezclando los materiales de los dos yacimientos han logrado una base que resiste al calor del microondas. Los objetos utilitarios como las piezas de vajilla, además, son mucho más saludables para la cocción de alimentos y para su consumo.
Francisco Ponce comenta que muchas de las piezas que se fabrican son una recopilación de las culturas ancestrales de la provincia. “Se hacen réplicas de las figuras precolombinas”.
Los objetos vidriados son los más costosos. Por ejemplo, un plato decorativo puede costar USD 4, mientras que una vajilla de 21 piezas tiene un valor de USD 40. En la cerámica en frío, en cambio, el precio se fija de acuerdo al tamaño y a la mano de obra. Los objetos más grandes están entre USD 4 y USD 7.