Dos años de trabajo tesonero y constante fueron necesarios para poner a punto el libro ‘Casas y arquitectos modernos de Quito. Una generación referencial’. La institución que asumió el reto fue el Colegio de Arquitectura de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), con su decano Diego Oleas como principal propulsor.
El texto, primorosamente impreso, se presentó el jueves pasado, a las 19:00, en la sala de artes del Colegio de Arquitectos del Ecuador, núcleo de Pichincha (CAP-P). Antes, a las 17:15, el arquitecto colombiano Carlos Morales ofreció la conferencia ‘La ciudad’, como preámbulo a la presentación de la edición.
La publicación reúne a 11 arquitectos paradigmáticos que pusieron los cimientos para el desarrollo de la arquitectura contemporánea. Algunos ya no existen, como Henry Carrión. Los restantes siguen en la tarea creativa.
Los profesionales considerados son: Diego y Fausto Banderas, Milton Barragán, Henry Carrión, Jaime Dávalos, Oswaldo de la Torre, Juan Espinosa, Rubén Moreira, Luis Oleas, Mario Solís y Ovidio Wappenstein.
Todos, en su momento, fueron catedráticos universitarios y transmitieron sus conocimientos a varias generaciones de arquitectos. Muchos fueron decanos.
El libro editado por la USFQ también reseña y resalta la arquitectura de 15 casas construidas en la década de los 60, cuando los profesionales reseñados apenas frisaban la treintena de años. Varias de estos inmuebles ya no existen y varios otros siguen ese proceso, como consecuencias de la globalización y la transformación urbana de las metrópolis actuales.
Varias entrevistas y tres ensayos interpretativos completan el valioso menú arquitectónico y social que entrega la San francisco a los estudiantes, arquitectos y público ecuatoriano.
Los prólogos de dos arquitectos con prestigio como Carlos Mijares (México) y Carlos Morales (Colombia) aumentan el valor informativo de la publicación.
Mijares considera “que las dificultades -y los problemas- promueven muchas veces, en los espíritus sensibles, una reacción positiva, alentadora, creativa y con frecuencia ingeniosa. Reconocerlas a cierta distancia las hace ver con mayor claridad y apreciarlas con mejor criterio”.
Tengo la impresión de que algo de eso le sucedió a esa genera-ción de arquitectos ecuatorianos: reencontró las tierras accidentadas, los espacios sorprendentes y las topografías violentas de los Andes, tan intensas y estimulantes como nuestra compleja realidad latinoamericana; enfrentó el reto de que los espacios en la arquitectura no son solo para recorrer sino para subir y bajar. Y reconoció que las vistas no son solo presencias a enmarcar y a admirar sino apariciones y desapariciones más cercanas a la magia que a la construcción”.
Morales, a su vez, resalta el trabajo ecuatoriano en la arquitectura. “El caso de Ecuador es ejemplar. Como pocos países, se atrevió a establecer una bienal, ahora de las más prestigiosas, abierta a propios y extraños”.
Y continúa Morales: “A través de ese ejemplar evento, puede establecer una comparación permanente y didáctica con otras arquitecturas, otros movimientos, otros arquitectos. Allí, en medio de tantos proyectos, se decantan influencias, se filtran tendencias y, especialmente, se miden unas con otras”. Este libro refuerza ese compromiso ecuatoriano.