“En la cárcel se revela lo más malo y lo más fuerte de una persona, porque es la única forma de sobrevivir. Cuando llegamos tuve miedo, muchos nos amenazaban y otros querían vengarse por algo, así que tuve que armarme y defenderme.
Me condenaron a 12 años de prisión, pero luego aprobaron el 2×1 en el gobierno de Bucaram y cumplí siete años y tres meses hasta que salí libre.
Me salí de la casa porque uno piensa que los padres no tienen razón o lo tratan mal y quiere independizarse. Pero ese fue el peor error de mi vida. Llegué a Quito donde trabajé un tiempo hasta que me liquidaron y luego ya no pude conseguir trabajo.
Empecé mi vida delictiva cuando tenía 17 años. Comencé solo, robando y luego nos hicimos un grupo al que un año y medio después llegó Juan Fernando Hermosa y desde entonces nos empezaron a llamar la ‘Pandilla del terror’.
Desde que dejé la casa, mis padres y hermanos no supieron de mí hasta que me vieron en las noticias involucrado en los delitos de la banda. Sé que fue un golpe duro para ellos.
Con la banda robábamos y teníamos dinero sin necesidad de matar a nadie. Pero cuando llegó Hermosa y vimos por primera vez un muerto, al siguiente día nos fuimos a beber y muchos lloramos de la impresión. Nos afectó mucho y cuando quisimos salirnos nos capturaron.
Afuera consumía drogas de manera ocasional, pero en el tiempo que estuve en prisión me involucré más en eso y llegué a fumar todos los días. Llegó un punto en que ya no tenía recursos para sobrevivir, porque adentro todo cuesta y por eso digo que la cárcel es la ciudad más cara del mundo, en la que además hay mucha violencia. Eso me llevó a traficar para tener dinero. La situación se complicó más porque no tenía abogado y había 12 juicios pendientes en mi contra por diferentes causas.
En ese oscuro momento de mi vida me hundí en la depresión porque no encontraba una respuesta y no tenía una razón para vivir. En esa desesperación me encontré con un grupo de misioneros cristianos que llegaban con frecuencia a la cárcel para compartir un mensaje de esperanza, entre ellos estaba la persona que ahora es mi esposa.
Esos mensajes me cambiaron hasta que una noche en la celda tuve una revelación y desde allí soy otra persona. Fue un proceso complicado porque estaba en un ambiente nocivo y peligroso, pero pude sobrevivir.
Cuando salí no tenía papeles, dinero, ni empleo. El trabajo que me ofrecían era como guardaespaldas de traficantes o vendiendo droga. Me aferré a la fe y tuve que demostrar que en verdad había cambiado, así que comencé una vida libre en la que me fui estabilizando y pude volver a trabajar honestamente y dar trabajo.
Antes de salir yo ya me sentía libre espiritualmente y el día que me otorgaron la libertad hice la promesa de no volver a pisar una cárcel porque ya era parte del pasado. Sin embargo, regresé al expenal con un grupo de la iglesia a predicar y compartir cosas con los presos. Desde que cerró el penal y se trasladó a Latacunga no he vuelto a este edificio hasta ahora que empezó a filmarse la película.
Es un anhelo que había en mi corazón poder transmitir un mensaje de vida que tal vez pueda ayudar a otros y ahora es posible con esta película, en la que también quiero aclarar algunas incógnitas sobre la banda”.
Su vida
Milton Vidal estuvo recluido en el expenal García Moreno, de Quito, acusado por varios delitos tras formar parte de la ‘Pandilla del terror’. Tras salir en libertad en 1999 se convirtió en pastor evangélico y formó su propia familia. Su testimonio sirvió como base para la producción de la película ‘Perseguidos: entre el cielo y el infierno”, que se filmó en Quito.