Un siniestro de tránsito en la avenida Velasco Ibarra y la avenida General Rumiñahui se registró en la mañana de este viernes.
Ramiro Montenegro es conocido como uno de los mejores presidentes que ha tenido el Aucas, equipo del que ha sido, además, su historiador. Es un destacado médico neurólogo y formó parte de la primera generación que debió hacer la rural, en 1970. Publicó el año pasado el libro por los 50 años de esta iniciativa.
El jueves 29 de este mes, en una Sesión Solemne se conmemorará el 150 aniversario de la fundación de la Escuela Politécnica Nacional. Hecho portentoso en uno de los últimos rincones del mundo occidental. El fundador, don Gabriel García Moreno, presidente de la República, quien había estudiado en la Escuela Politécnica de París y había llegado a la conclusión de que ningún país tendría futuro si no dominaba las ciencias básicas, usaba las modernas tecnologías y emprendía investigaciones científicas aplicadas. Tal empresa requería de buenos maestros. Don Gabriel contó con la participación de un calificado grupo de jesuitas, de entre aquellos que habían sido expulsados de Alemania. Un triunfo de la civilización sobre la barbarie, eso fue la fundación de la EPN. Los bárbaros la cerraron. Fue un Presidente ilustrado, el doctor Velasco Ibarra, quien la reabrió en 1935. Con los dos primeros rectores, Pedro Pinto y Jaime Chávez Ramírez, se consolida la vocación científica de la Politécnica. De
Al filo de la medianoche del 9 de agosto de 1944, cuando el doctor Velasco Ibarra despachaba febrilmente los últimos documentos que había decidido firmar como Jefe Supremo, Benjamín Carrión logró que firmara el decreto 707 mediante el cual fue fundada la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Esta fundación fue para el Ecuador lo mismo que para un náufrago el hallazgo de un tablón: después de la humillación que había sufrido en Río de Janeiro, el Ecuador encontraba en la cultura la posibilidad de reivindicar sus valores. No se trataba, ciertamente, de una solución real para los gravísimos problemas de un país acosado por la pobreza y los desatinos de una política nefasta: se trataba de un recurso para recuperar la fe en nosotros mismos, esa fe sin la cual ni siquiera una boyante economía puede labrar un porvenir.
Alrededor de las seis y media de la tarde, el capitán de Corbeta Jorge Queirolo Gómez, al mando de cinco marinos, llegó a una residencia ubicada en la ciudadela Los Ceibos de Guayaquil, en donde se encontraba el entonces mandatario ecuatoriano José María Velasco Ibarra. Él se hallaba en esos momentos con la protección de cuatro soldados que, a pedido de Queirolo, permanecieron en los exteriores de dicho domicilio.
La palabra populismo al parecer ha dejado ya de tener el sentido peyorativo de décadas pasadas. Fenómeno que nace en países de sistemas políticos débiles, está incursionando en aquellos donde se pensaba que había partidos sólidos. Pero ahora es una realidad que, al menos por un buen tiempo, llegó para quedarse.
El sábado 4 de diciembre de 1971 arribó a Guayaquil el máximo dirigente del Estado Cubano, Fidel Castro, quien fuera invitado por el presidente José María Velasco Ibarra, pese a que Ecuador no tenía, en ese momento, relaciones diplomáticas con Cuba.
De José María Velasco Ibarra se ha dicho mucho. Fue Presidente de la República en cinco ocasiones sin haber pertenecido a partido político alguno. Tuvo fieles admiradores y feroces detractores. Su exuberante oratoria e instinto político han sido objeto de innumerables estudios, pero poco se ha profundizado en la formación de su pensamiento. ¿Cómo entender al político?
De las tantas definiciones que existen de la literatura, una posible es aquella que la considera como la historia que cuenta lo que la historia no cuenta. Es decir, se escribe sobre las pasiones, los sentimientos y las ideas de quienes habitaron un tiempo y una región. La literatura permite que un autor del siglo XVIII, Pierre Choderlos de Laclos y sus ‘Amistades peligrosas’, hable en la intimidad al lector de cómo fue la Francia de la época a través de la intriga epistolar.
Disponemos de dos relatos estrechamente interconectados sobre el papel del Ejército en la historia ecuatoriana del siglo XX. El primero podría asociarse al “discurso oficial” de las propias Fuerzas Armadas sobre su evolución, vista retrospectivamente. Ese relato nos cuenta el proceso lento y farragoso de “profesionalización” y “autonomización” del Ejército; es decir, el proceso por el cual las Fuerzas Armadas, nacidas de las montoneras liberales, estrechamente atornilladas al destino de sus caudillos, van paulatinamente apegándose a sus labores específicas, al cuidado de la frontera, a la defensa de la integridad territorial, y, en el camino, mejoran su preparación técnica, diseñan mecanismos impersonales y neutrales para los ascensos, consiguen crear, finalmente, capacidades suficientes en sus cuadros y dirigentes para dedicarse a lo que les compete. Así, la “profesionalización” implica no solo la mejora técnica de sus miembros, de sus equipos y procedimientos, sino la conquista del d
Nadie se hubiera imaginado que José María Velasco Ibarra tuviera lo que llaman un “lío de faldas”, peor aún, que se enredaría alguna vez en un asesinato. Serio, austero, distante, como labrado en piedra, ante la opinión de la gente, el caudillo no estaba para esas cosas. Pero el hecho es que alguna vez lo estuvo y por ello se armó un escándalo mayúsculo.
Varias veces me he preguntado por qué los narradores ecuatorianos no han aprovechado intensamente la figura del doctor Velasco Ibarra, que ofrece tantas posibilidades para convertirse en referente para la construcción de inolvidables personajes.
El 8 de diciembre, un choque en el contraflujo de la avenida Velasco Ibarra, en el oriente de Quito, paralizó el tráfico de ese sector por cerca de dos horas. Familiares de uno de los conductores involucrados en el accidente y vecinos del sector acusaron falta de señalización en la vía. Lo que habría contribuido a la colisión entre una camioneta y un automóvil.
Varias veces me han hecho en estos días diversas preguntas que se ubican en torno a la relación entre el intelectual y el político. Lo primero que he pensado, desde luego, es que el doctor Velasco Ibarra, cuando se puso a reflexionar sobre las razones que le condujeron a su primera caída, escribió un libro que tituló ‘Conciencia o barbarie’, evocando en ese título el dilema planteado por Sarmiento.
Como bien lo retratan los historiadores, en el siglo XX el Ecuador atravesó por ciclos en los cuales el auge económico determinó la existencia de períodos de estabilidad social y política para, finalizada la bonanza, recaer en la agitación social y el reposicionamiento de las fuerzas políticas.
Hasta que se armó el super clásico de la política ecuatoriana, un caso de interés para los lectores luego de nuestro artículo-anécdota del domingo anterior “Borja vs. Velasco Ibarra”. Lo cierto es que llegaron las elecciones presidenciales de 1960 y quedaron frente a frente, listos para el choque, dos personajes de alto nivel en el escenario ecuatoriano. Nada menos que Velasco Ibarra y Galo Plaza. ¿Se podía pedir algo más? Imposible
El primer día del presente año se ausentó para siempre Jorge Acosta Velasco, último sobreviviente de la cúpula velasquista, organización política que, con sus aciertos y desaciertos, bajo la batuta del cinco veces presidente de la República, José María Velasco Ibarra, copó, el siglo pasado, un capítulo de cuatro décadas de nuestra agitada historia republicana.
El enlace ciudadano número 348, realizado en Tababela, en el nororiente de Quito, constituye un antes y un después en la historia política ecuatoriana. Aquel sábado 16 de noviembre de 2013, el presidente Rafael Correa igualó en número de días en el poder al general Ignacio de Veintemilla.
El articulista Carlos Jaramillo Abarca en "Anécdotas y leyendas" (21-12) relacionadas con el Quito eterno, se refirió a la sal quiteña. Dijo que: "(...) Se recuerda que un personaje circunspecto como el Dr. Velasco Ibarra, invitó una noche a un grupo de periodistas -cuando no eran acosados ni denostados de mediocres ni corruptos- para que cuenten "cachos" en la residencia presidencial y, en alarde de tolerancia, pidió que den preferencia a aquellos en los que lo involucraban o eran dedicados a él (...)". En mi carta anterior, a raíz de aquella sobre la "Diplomacia de Velasco", recordé la clausura de los diarios EL COMERCIO y Últimas Noticias y de Radio Quito, y la privación de la libertad de Jorge Mantilla Ortega, en el tercer velasquismo. En esta ocasión, deviene en oportuno evocar otro "alarde de tolerancia" del ex presidente. A Alejandro Carrión Aguirre 'Juan sin cielo', escritor y periodista ilustre que escribió en El Universo, en la revista La Calle (cofundador con otro brillante,
Marcelo Ortiz Villacís, columnista invitado, en su artículo “Ciespal: libre pensamiento”, nos recordó los años de estabilidad que vivió el Ecuador de 1948 a 1963, de 1979 a 1992; empero, se olvidó de señalar que hay estabilidad durante los años de administraciones de Rafael Correa. El jurista Ortiz Villacís, dijo: “(...) Terminaba en 1960 el gobierno de Camilo Ponce Enríquez, y ese año gana con cerca del 50% de votos la tercera presidencia Velasco Ibarra, quien dimite en 15 meses y Carlos Julio Arosemena Monroy, su vicepresidente, gobierna hasta 1963 (...)”. José María Velasco Ibarra empezó su cuarta administración, el 1 de septiembre de 1960; los primeros días de noviembre de 1961, Velasco Ibarra ordenó la prisión del vicepresidente Arosemena Monroy (quien dirigía el Congreso Nacional) y de varios legisladores. Las Fuerzas Armadas depusieron a Velasco y “encargaron el poder” al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Camilo Gallegos Domínguez, quien renunció, a raíz de que la FAE