Casi todos mis colegas columnistas estarán hablando o del virus o de la crisis. Y quién podría pensar en otra cosa, cuando cualquier idea que teníamos sobre el apocalipsis parece estarse convirtiendo en realidad. Quiero ayudar poniendo las cosas en perspectiva y tratar de cambiar los ánimos de angustia, o peor aún de pánico que muchos pueden estar experimentando en el Ecuador. Creo que debemos tomarlo como una lección: como humanidad debemos aprender a organizarnos, a tener perspectiva, a ser mesurados y a la vez solidarios con las finanzas públicas y privadas porque nunca sabemos cuándo tendremos una crisis ad portas, ya sea una pandemia o una catástrofe natural de similares o peores proporciones. Saldremos.
Todos los países están hermanados por la misma pandemia, pero las respuestas al mismo drama son las que difieren. Y creo que todos podemos estar mejor si conocemos y aprendemos de cosas que están funcionando o no en otras partes. Empezaré contando la vida en pandemia en Canadá. El gobierno reaccionó rápido (más de un mes antes que Estados Unidos) y empezó controlando todos los aeropuertos por posibles enfermos. A pesar de la gran cantidad de migrantes, estudiantes y visitantes de China en Canadá, la epidemia fue mantenida bajo control con no más de 15 contagiados al principio de febrero y sin restricciones a los vuelos desde y hacia China. Hacia el fin de febrero la epidemia pasó a una segunda fase en donde una segunda ola de contagio, ya de origen local empezó a difundirse. Entonces, el gobierno federal recomendó a la población quedarse en casa en lo posible y -voluntariamente- organizaciones y compañías empezaron a cancelar eventos masivos. No obstante, hubo un abrupto rebrote precisamente porque eventos masivos que no se cancelaron en Canadá -como el Congreso de Minería en Toronto y un Congreso de Odontología en Vancouver- desataron otra ola a principios de marzo.
Pongo énfasis en el gobierno federal, porque sólo el gobierno central puede imponer restricciones y medidas de seguridad. Los gobiernos locales se limitan a realizar recomendaciones a negocios, restaurantes, a cuidar a sus adultos mayores y a garantizar los servicios públicos. Ayudar a mantener los servicios de la ciudad marchando. Esta es una lección fundamental para los alcaldes de Quito y Guayaquil.
La seguridad y la paz ha estado en manos de los ciudadanos, que sin toque de queda, ni restricciones de movilización dentro del país están obrando con respeto y precaución. La mayoría está en sus casas, salen a caminar o hacer ejercicio, a comprar víveres. No todo estuvo bien, el día que la OMS declaró la pandemia, muchos dejaron los supermercados vacíos, pero el suministro de alimentos de a poco vuelve a su normalidad. Nuestro comportamiento determinará una salida ordenada y solidaria a esta crisis de proporciones gigantes por la recesión económica que se instala.