I. Un incómodo reportaje: El semanario The New Yorker publicó recientemente una nota periodística, titulada “The Crackdown – Ecuador´s war against narcos – and itself”, cuya traducción sería: “La represión – La guerra del Ecuador contra los narcos y contra sí mismo” del periodista Jon Lee Anderson. Dicho centenario y reputado medio habría sido invitado por el gobierno, a efecto de dar a conocer la guerra interna en contra de los narcos e, informar en cuanto a los DD. HH. Durante la investigación periodística, que tardó un par de semanas, se habrían dado conversaciones y/o comentarios del mandatario con tono crítico a determinados presidentes de la región; no quedando claro si lo dado, fue acordado o no como “off the record” (en términos periodísticos: sin autorización para publicar); sin embargo, todo indicaría que al parecer no existió tal limitación. Dichas expresiones fueron tomadas en cuenta por el periodista a efectos de, más tarde, incorporarlos en su artículo, el cual dejaría entrever características de la personalidad de Noboa, que no le dejarían bien parado frente a los aludidos; sorprendiendo así la publicación al mismo oficialismo que no se esperaba tal enfoque y, como es obvio, poniéndole en apuros…
II. ¿Qué dijo Noboa? A Petro lo calificó de “snob izquierdista”, que da conferencias en vez conversar, es inteligente, pero no logra hacer nada; de Milei “No sé ¿por qué él piensa que es tan genial, sino ha logrado nada… tan lleno de sí mismo, lo cual es muy argentino, por cierto.”? De Bukele “el tipo es arrogante, solo busca controlar el poder para sí mismo y hacer rica a su familia”; sorprendiendo aún más, cuando indicó que se sentía alineado con Lula, por su astucia política y por su capacidad de impulsar una agenda, a quien lo conoció quince años atrás en una reunión de líderes empresariales auspiciada por el magnate Carlos Slim. Adicionalmente, el artículo recoge expresiones apuradas, como la idea de construir una cárcel en la Antártida; y, declaraciones poco atinadas en el sentido de que, si no se ingresaba a la embajada de México a efectos de evitar la fuga de Glas, pudiera haber perdido la consulta y referéndum (que en buena hora ganó, valga la digresión), restándole por ende la recta intención al forzado, pero necesario ingreso a dicha sede.
III. Reacciones y conclusiones: 1. La Secretaria de Comunicación salió al paso, a tratar “cuesta arriba” de aclarar, aceptando lo dicho, pero argumentando que fueron expresiones “producto de una conversación muy coloquial, privada y que fue descontextualizada”, lo cual no ayuda mucho que digamos, sino más bien empeora, ya que sugiere que – independientemente de si fue o no “off the record” – una sería la cara del presidente casa adentro, y otra en la formalidad del protocolo. 2. La canciller, por su parte, se refirió a la publicación de Anderson en el sentido de que “el objetivo del artículo era causar daño”, saliendo también a dar las explicaciones del caso, a fin de contener los latentes oleajes que podrían desatarse en el mar internacional. 3. Al parecer, el presidente y quizás su equipo se confiaron, creyendo que, en función de las preferencias de acceso y educadas atenciones al periodista, este se centraría específica y condescendientemente en el tema de la guerra al narco; y, las conversaciones y comentarios “informales” quedarían detrás del telón. 4. Resulta que, infortunadamente, quedaron delante del telón y captaron mayormente la atención, desviándose la misma de lo importante (guerra a los narcos) hacia lo “coloquial” que se volvió trascendente, ya que, Anderson no dejó de recoger en su nota dichos comentarios; sin duda imprudentemente expresados por Noboa, en la familiaridad que se supone se habría dado entre ambos. 5. Al parecer, no se entendieron las características propias del The New Yorker y, el estilo de Anderson por conocer los detalles de los personajes. 6. Todo indicaría que, el presidente olvidó algo elemental, no digamos si es frente a un periodista de la talla de Anderson, esto es, que siempre está en funciones y sujeto a escrutinio, y no solamente delante de las cámaras cuando las luces están encendidas, sino, sobre todo, detrás de las mismas, cuando se apagan, cuando se presentan las personas sin los cuidados, poses ni maquillajes. Dado lo cual, lo que estuvo “descontextualizado” serían las respuestas y comentarios del presidente, y no propiamente la nota periodística.