Pifiadas presidenciales
Cuando Salvador Allende visitó Quito, en agosto de 1971, lo recibió en el aeropuerto el presidente Velasco Ibarra, odiado por los estudiantes.
Los manifestantes de izquierda se aproximaron hasta el automóvil negro en el que salían juntos ambos presidentes del Mariscal Sucre, al grito de “¡Velasco, fascista; Allende, socialista!”
Fue muy incómodo para los dos, que fingían saludar. Contaban que muy disgustado, Velasco llamó la atención a su ministro de Gobierno (Jaime Nebot Velasco, si no me equivoco). Luego, cuando el Presidente chileno acudió a depositar una ofrenda floral en la Plaza de la Independencia, un grupo de choque formado con conocidos pesquisas y agitadores velasquistas, impidió cualquier acercamiento de los estudiantes que admirábamos a Allende.
12 años antes, en julio de 1959, en la inauguración del estadio Modelo de Guayaquil, el presidente socialcristiano Camilo Ponce se había llevado la pifiada más larga y sonora de la historia nacional, motivada porque mes y medio antes el Gobierno había perpetrado una matanza en las calles del Puerto. Cuando el pueblo está indignado, ni NSJ puede impedir la silbatina.