La obscuridad de las apariencias
En lo más Ãntimo de nuestro ser siempre existe el deseo de figurar y trascender, por eso muchas veces se refleja nuestra accionar en ciertas ocasiones con querer aparentar lo que en realidad no somos de verdad y ahà se produce una transfiguración de nuestra personalidad, pues pretendemos lograr cosas que a lo mejor no son necesariamente las que queremos hacer y quizás nos esforzamos demasiado por conseguir lo que talvez no sea nuestra verdadera felicidad y es por eso que podemos pensar que están saliendo a la luz lo más obscuro de nuestras apariencias.
Esto quizás se advierte muy notoriamente en los polÃticos que sacan a relucir una personalidad como que fuera la que va a transformar el mundo y creer que solamente con su liderazgo las cosas podrÃan resolverse, es decir aparece ese ego de su formación que a lo mejor desvirtúa notoriamente lo que en el fondo es su propia personalidad. Se crean, por lo tanto, personas ficticias, carentes de autenticidad y que con su carisma y su ardiente oratoria logran confundir a las masas, cuando en el fondo carecen de valores auténticos y a lo mejor no les importa para nada en lo más absoluto luchar por las necesidades de la población a la que pretenden representar.
Se ha visto en el desarrollo de la humanidad cuantos lÃderes carismáticos que deslumbraron al mundo con su personalidad y su actuación, como si se tratara de verdaderos héroes y que impactaron tanto con sus logros, pero que a la larga cayeron en sus propios errores y terminaron por ser descartados y olvidados y quizás todo lo bueno que pudieron hacer se confundió en el olvido por todos los hechos y actos que a lo mejor dejaron recuerdos negativos y nefastos.
PodrÃamos rememorar muchos casos de personas que se presentaron en el mundo como salvadores de la humanidad porque se destacaron mucho por sus éxitos y realizaciones en su gestión, pero que no lograron realmente hacer lo que resultaba bueno y adecuado y tuvieron en el fondo una obscuridad en sus verdaderas apariencias, pues parecerÃa que eran buenas sus intenciones, pero luego cayeron en su propio ego, su intemperancia y obscurecieron y opacaron con sus malas acciones, todo lo bueno que a lo mejor pretendÃan. Quiere decir entonces que la naturaleza humana es susceptible a dañarse por la gente que lo rodea, por el adulo de quienes se encuentran a su alrededor, que solo se acostumbran a recibir órdenes y no contribuyen para evitar que esos lÃderes cometan tantos errores, que luego contribuyen para su total declive.
Pensemos que no hay nada más bello y noble que buscar la propia autenticidad y no cubrirse en esa obscuridad de las apariencias, que a veces hace tanto daño y termina por opacar un buen accionar y unos propósitos sanos.
Hernán Patricio Orcés Salvador