En los últimos años ha crecido significativamente el número de estudiantes que entra en las carreras de artes (plásticas, escénicas o musicales). La Universidad de las Artes en Guayaquil está en marcha, crece. Leyes de visibilidad de nuestra producción -como la de obligar a que los medios pasen o transmitan música o programas “made in Ecuador”- también están en marcha. Lo que no parece crecer es el presupuesto destinado a las instituciones públicas que deberían promover y acoger a estas nuevas camadas de artistas emergentes o de larga y sostenida producción. Sin olvidar la irrenunciabilidad del Estado hacia la protección de los agentes culturales, es importante, sin embargo, pensar en el mecenazgo privado como complementario al mismo, no sustitutivo. Se trata de buscar nuevas formas de fomentar la ayuda privada para la creación y circulación de obras; para la investigación o los programas de residencia artística.
Para ello se requiere de la discusión y creación de una ley de mecenazgo urgente que además de especialistas en el campo involucre a especialistas en temas tributarios, como se ha hecho en Brasil con la Ley Ruanet. Se trata de una norma que facilite la inversión privada como parte de su responsabilidad social haciendo que esta sea atractiva a mecenas corporativos o individuales a través de deducciones fiscales o desgravamen.
Se requiere, además, fomentar una cultura del mecenazgo abierta y sin pudor, reconocer las donaciones e involucrar en ello a los medios. Hay formas y formas de que este mecenazgo no resulte pedante o se superponga al objeto mismo de la creación; hay experiencias externas que pueden servirnos de apoyo. Colombia o Estados Unidos resultan buenos ejemplos de ello. Ambos países tienen leyes de este tipo muy avanzadas.
El mecenazgo propuesto debe ser a largo plazo e involucrar no solo el coleccionismo corporativo o al millonario, sino a aquel filántropo de ingresos medios que desea apoyar cualquier forma de arte afín a sus intereses. En tiempos de crisis, el Museo del Prado en España recibe una importante suma de dinero a través de las donaciones que hacen sus 27 000 afiliados o amigos del museo. En este país, sin embargo, se sigue discutiendo la creación de una ley de mecenazgo que hoy por hoy se ha vuelto un tema álgido.
“Empecemos por algo”, plantea Tomás Ochoa, un reconocido artista ecuatoriano que ha movido su obra por espacios destacados en Europa y América. Es uno de los primeros que nos alerta sobre la necesidad de este tipo de leyes y sobre que se revise la ley de “secuestro” a la obra de artistas reconocidos para que no salga del país. Creo que es otra de las tareas urgentes del Ministerio de Cultura, teniendo en cuenta la excelencia en estos campos y cuya medición va más allá de la subjetividad y el término “democratización” mal aplicado.