Hace por lo menos 10 años, en un encuentro de mujeres, tuve un agudo debate con Solanda Goyes, una de las más destacadas figuras del movimiento de mujeres en el Ecuador. En ese entonces, Solanda luchaba por el establecimiento de cuotas en las listas electorales para todos los partidos políticos en el Ecuador. Y yo, apenas una amateur entusiasta de las cuestiones de género, argumentaba que la lucha de las mujeres debe ser otra. Que mientras las mujeres en el Ecuador no tengan ni siquiera derecho sobre su cuerpo, a definir cuándo y cuántos hijos tener, a suficiente educación sexual, a la total despenalización del aborto, las cuotas podían esperar. Para mí era como la pirámide de Maslow, donde primero todas tenemos que poder sobrevivir como tales, y vivir una vida plena, antes de pretender dominar el espectro político para luego ayudar a las de abajo.
Una década después no solo que el único programa en el país para detener la crisis de embarazos adolescentes, Edinpla, está muriendo en manos de una empresaria torquemada, sino que se ha llegado al paroxismo de perseguir mujeres pobres, solas y en riesgo, por haber tenido un aborto.
El informe de Plan V de esta semana es indignante: 58 mujeres han sido procesadas y encarceladas por abortar, deteniéndolas en los mismos centros hospitalarios sin mayores pruebas y violando su intimidad. Esto debería conmover hasta los tuétanos a agnósticos y creyentes (se acuerdan aquello de quien esté libre de culpa…). Mientras tanto, las mujeres que debería defender a rajatabla a otras mujeres ni se mosquean. Si hubiera algo de principios y conciencia en las mujeres con altos cargos deberíamos estar recibiendo renuncias en masa de Carina Vance, Cecilia Vaca, Betty Tola… Pero nada, no solo que no protestan, sino que pasean supuestos “avances de la mujer” en foros en Ginebra. Supongo que tener muchas mujeres como ministras compensa –mejor dicho, esconde bien- la cruda realidad: jóvenes pobres acusadas o encarceladas por no poder o no querer tener más hijos mientras ostentamos el primer puesto en embarazos adolescentes en Latinoamérica.
En otro escenario, Solanda Goyes y sus compañeras libraron su enésima batalla por defender su calificación al Consejo Nacional Electoral, contra viento y marea; sin que ninguna de antiguas simpatizantes del tema en la Asamblea, Soledad Buendía o Paola Pavón por ejemplo, digan o hagan nada al respecto. Ojo, que ni siquiera he mencionado todavía al trío de presidenta y vicepresidentas de la Asamblea Nacional, porque dudo mucho que entiendan siquiera los dos debates anteriores. Solanda es una gran mujer y merece el cargo, pero todos sabemos que la única carta de entrada hoy en día es una filiación verdelimón.
Se ha confirmado hasta la saciedad que mujeres en el poder no significan nada, mientras una sola de esas jóvenes esté procesada o presa por tomar decisiones sobre sí misma que solo ella puede y debe entender. Así que le deseo un pésimo mes de la mujer a todas las que miran para otro lado mientras esto pasa. Y a todas las demás les deseo cerrar filas y luchar por las más vulnerables.
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