Diego Almeida Guzmán
Columnista invitado
Ética es el conjunto de principios y normas que rigen el ejercicio de una actividad humana cualquiera. Por sobre compilaciones deontológicas están los valores que hacen de la persona un buen ser humano, el cual es íntegro cuando sus acciones externas reflejan su código interno alineado con la moralidad.
Tales valores exigen ajustar la conducta a sanos elementos de respeto, prudencia y sensatez del hombre en su proyección personal y empresarial, que indefectiblemente redundará en relaciones interpersonales armónicas y beneficiosas para la comunidad. Es de esperarse que el hombre evite toda y cualquier práctica abusiva que ponga en entredicho su buen nombre.
La empresa como conglomerado económico pero constituido por seres humanos, demanda que también ella como ente ficticio capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones, responda por igual a estos enunciados. Particular importancia tienen las obligaciones de orden laboral, pues los trabajadores no son mera fuerza de trabajo sino personas ante las cuales la empresa asume deberes morales, por sobre cualquier consideración legal.
En este contexto es imprescindible conciliar en el quehacer humano y empresarial ciertas reglas que delimitan el marco dentro del cual se espera que la persona despliegue su gestión. La más básica está dada por el respeto a la dignidad de nuestros semejantes, pues produce energía recíproca entre los miembros de la sociedad. El respeto demanda también compasión, conceptuada como aglutinante emocional que mantiene a un ser ligado a la universalidad de la experiencia humana, la cual le conecta con su propia esencia y con aquella de quienes lo rodean. La compasión se proyecta en el apoyo a quien lo necesita. El apoyo implica fortalecer al débil, darle la energía que requiere para enfrentar un momento difícil, no abandonarlo a su suerte. Paradójicamente, cuando se apoya a los demás, también se está apoyando a uno mismo. Hay dos maneras de difundir la luz: ser la vela o el espejo que la refleja.
Sin perjuicio de otras proyecciones éticas, se tiene a la gratitud. Ésta colma el alma con un sentimiento que permite apreciar aquello que los demás han significado para el éxito empresarial. El legítimo beneficio económico que toda empresa debe obtenerlo riñe con la gratitud cuando el interés material resquebraja la responsabilidad social.
En cuanto a la responsabilidad, la empresa debe además tener como premisa el hecho cierto de que sus acciones tienen consecuencias para ella y para quienes la rodean. Siendo así, en el plano ético tendrá que estar presta a asumir las derivaciones de sus actos, y responder por su comportamiento. El aventurarse en algo sin medir objetivamente las secuelas, o hacerlo esperando que un tercero valide sus iniciativas sobre las cuales seguramente tiene dudas respecto de su legítima procedencia, también pugna con la moral.