Han trascurrido apenas 60 años desde cuando Ecuador gozaba de holgura económica.
Un automóvil se adquiría por 60.000 sucres. Había comenzado el reinado de los dólares; y mucho se vendía o se entregaba crédito en dólares.
En la época del 70 era posible construir una casa en un lote de 500 metros cuadrados -en el norte de Quito- con 300.000 sucres.
También era posible viajar por vacaciones a Europa: el tour costaba muy poco. Se podía adquirir un terreno fuera de la ciudad, como uno de 10.000 metros cuadrados por 40.000 sucres. Y así, por el estilo.
La crisis económica estaba a la vista, pero los ciegos no la advirtieron y continuaban guardando ahorros en sucres. Llegó el momento de la crisis bancaria y el deterioro de los depósitos en moneda nacional, pues 100’000.000 de sucres por ejemplo, llegaron a equivaler 4.000 dólares. El primer paso del derrumbamiento, dieron los políticos cambiando la ley monetaria y creando “los préstamos vinculados”, permitiendo que algunos banqueros entreguen el dinero de los depositantes a compañías de comercio que resultaron ser solo de papel. Un canal de televisión realizó investigación y quedó en claro que la tal compañía de papel recibió varios millones en préstamo. En su escritura de constitución señalaba un domicilio que resultó ser el departamento del chofer del Gerente prestamista; y cuando averiguaron el nombre del “representante legal de la compañía deudora” se estableció que era la empleada doméstica, que ni siquiera sabía lo que había firmado, ya que el empleador le había pedido que firme.
¿Devolver los depósitos de sucres a los clientes del banco? Imposible, pues ya vino la dolarización y solo se entregaba en dólares, si había algo para devolver. Cuando fue posible esa entrega, lo hicieron en dólares a razón de 25.000 sucres cada uno, cambio que rige hasta hoy. Además, la entrega se hacía en Certificados de Depósito, con papeles que, para convertirlos a billetes, sufrían el descuento del 30%.
La clase media de la referencia, sufrió el duro golpe, pues es la que tenía sucres en el banco. Buena parte, o mayor de esos depositantes que recibieron papeles (CDR) decidieron rehacer al menos una parte de lo que perdieron, pero les llegó la tercera edad y, con ella, el deterioro de su salud: exámenes de diversas clases, medicinas, cirugías, educación universitaria de los hijos impidieron ahorrar. Y esa clase media boyante hasta el año 2.000 es la que está migrando a la pobreza económica, pues gran parte de sus componentes son intelectuales con ingreso fijo -cada día más escaso y padece despidos por la reducción del tamaño del Estado- y pasan a engrosar el estamento de la pobreza. Me refiero al de la clase media alta, ya que aquella de salario fijo y bajo, si logró conseguir una vivienda modesta ya está en la pobreza económica.