Los sistemas electorales, al igual que las formas de gobierno y los sistemas de partidos, juegan un papel clave dentro de los regímenes políticos. Determinan el modo en que los votos se transforman en curules y, en consecuencia, afectan la política.
El Ecuador vive en los actuales momentos una explosión de candidaturas a la presidencia de la República. El efecto Correa (es decir, la no presentación como candidato) ha hecho que buena parte de los actores políticos piensen que tienen posibilidades de ocupar el sillón presidencial. Sin embargo, pese a la natural ambición que pueda existir, los sistemas electorales se convierten en una especie de tamiz. Así como posibilita, limita.
En teoría, los sistemas electorales se clasifican, por lo general, en mayoritarios y proporcionales. En los sistemas de mayoría, la agrupación política que triunfa en elecciones se queda con todo. En los proporcionales, el triunfo es compartido. Así también, en los mayoritarios la decisión del votante es, por lo general, canalizada hacia una alternativa mientras que en los proporcionales no se obliga a los votantes a concentrar su voto, existiendo para ello múltiples opciones.
En el caso del Ecuador, con las reformas que se han hecho en los últimos años, la existencia de muchos candidatos no les favorece. El sistema de asignación de escaños vigente, conocido como método d’ Hondt (que es el más mayoritario de los sistemas proporcionales) premia a las fuerzas políticas que logren más votos. Es decir, aquellos partidos o movimientos que tienen una mayor presencia a nivel nacional, más estructura y recursos, probablemente tendrán más representantes en la Asamblea.
Eso es lo que explica que, por ejemplo, en las últimas elecciones Alianza País logró el 80% de la presentación posible en la Asamblea con tan solo el 55% de los votos.
Esto debería ser motivo más que suficiente no solo para que del lado de la oposición se considere la imperiosa necesidad de agruparse en torno de grandes bloques o tendencias. Si no lo hacen, lo más seguro es que se queden en el camino y lo ocurrido en el anterior proceso electoral se repita.
Esto se justamente un ejemplo de lo que hacen los sistemas electorales. Y ese efecto incide en la conformación del sistema de partidos y, además, en la democracia como tal. Esto es lo que lleva a la conformación del bipartidismo, pluripartidismo o sistemas mayormente fragmentados.
A más de ello, la vigencia de un determinado sistema electoral incide directamente en la democracia. Me refiero a aspectos claves como son la representación, gobernabilidad y legitimidad.
La concentración del poder del último tiempo, así como la pérdida de la capacidad fiscalizadora de la Asamblea, deberían ser motivo no solo para repensar el actual sistema político (hiper-presidencial) sino incluso el sistema electoral. Otro elemento clave para incluir en las posibles reformas si triunfa la oposición en los comicios.