Nuestro país, asediado por gente mala, inculta y mal aleccionada, que respalda y se une irresponsablemente a los grupos que han hecho de la delincuencia su modo de vida, no se percata o no quiere hacerlo que la permanencia de esa gente, aborrecible en el ambiente nacional, nos desprestigia mundialmente y ensombrece el presente como una obscura y densa nube que no se disipa y que, mientras se mantenga, opacará el triste futuro de hijos, nietos y descendientes.
Los destructores de la patria, expertos en fraudes, coimas y negociados por los que han sido sentenciados o están siendo investigados, han homogeneizado la narcopolítica con el crimen internacional y han corrompido a la justicia, a los órganos de control y de gobierno. Una vez compiladas todas sus trafasías, las defienden, mediante forzadas y absurdas justificaciones, con las que convencen a los incautos y cándidos seguidores; pero no han podido hacerlo con la ejemplar Fiscal General del Estado, doctora Diana Salazar, ni con otros contados jueces y fiscales honestos.
Las sentencias en firme les han catapultado a la clandestinidad a muchos integrantes de ese conjunto de corruptos, mientras otros han violado medidas cautelares y han fugado como tristes malandrines.
Ese ambiente sombrío, copado de pesimismo, ha sido borrado temporalmente, por el ejemplo de dos seres extraordinarios, abanderados del bien y de la dignidad de una gran mayoría de ecuatorianos: los doctores Roberto Proaño Santana y Milton Paz y Miño Salas. El primero fallecido hace un año luego de vencer, con alegría y mucha paz, graves afecciones de su salud, en diversas etapas de su inolvidable existencia. Combinó su profesión de oftalmólogo e investigador, con la dirección médica de distintos hospitales, fue docente universitario, secretario y miembro de número de la Academia Ecuatoriana de Medicina, testimonió con su vida, su relación cercana a Dios. Generoso dejó escrita su autobiografía en un libro editado por su esposa y sus hijos “Saber Morir”, obra en la que, al describir su multifacética presencia, la convierte en una guía de vida límpida, ética, llena de amor, fraternidad y honradez, alejada de la podredumbre impuesta por los corruptos que nos rodean.
El doctor Milton Paz y Miño Salas, padre de la Urología Ecuatoriana, maestro de varias generaciones, uno de los primeros profesionales especializado en Estados Unidos, fundador y jefe del servicio de Urología del Hospital Carlos Andrade Marín, médico cirujano e investigador extraordinario, caballero a carta cabal, expresidente de la Sociedad de Urología, integrante de sociedades científicas internacionales, fundador, expresidente y miembro de número de la Academia Ecuatoriana de Medicina, presidente de la comisión de salud y vocal ad honorem del Consejo Directivo de SOLCA Quito durante muchos años, médico de la Clínica Pichincha, del Hospital Voz Andes, de la Clínica de Especialidades, del Hospital de Los Valles, amante de la corrección y de la justicia, rebelde y frontal enemigo de abusos e inmoralidades, escritor de libros científicos y literarios, pintor y escultor, falleció hace pocos días, pero nos deja un legado ético de abnegado servicio.
Estos dos grandes hombres representan a mucha gente y alimentan nuestra esperanza de encontrar días mejores, cuando, encuadrados en sus legados y consejos, nos congreguemos junto a la niñez y a la juventud, para dar fin a los actos bochornosos que han llenado de vergüenza al parlamento, entre ellos, la premeditada intención de tender una emboscada a la Fiscal General, por parte de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea, y someterla a un careo con el delincuente al que está procesando, en una jugarreta política de absurda intromisión judicial, impropia del poder legislativo, mediante la cual se habría nulitado la acción investigativa de fiscalía. El grupo narco político busca insistentemente obtener la impunidad y la libertad de los delincuentes, mientras la gente honrada se esfuerza por alcanzar el cambio en el que, al involucrarnos todos, honraremos la memoria de estos dos médicos representantes de una ciudadanía empeñada en devolver el prestigio y la justicia a nuestra maltratada nación.