El Día de la Mujer, que por cierto, es fecha de recordación de la lucha por los derechos de la mujer trabajadora, coincidió con hechos tremendos que destaparon algunas vergüenzas.
Una de ellas tiene que ver con el caso de las jóvenes turistas argentinas asesinadas en Montañita. Vergonzosas declaraciones, de machismo puro y duro, que culpan a las víctimas: que si porque andaban solas (cuando estaban juntas), que si por ser guapas, por ‘jalar dedo’ o por ir a un lugar donde van miles de turistas a pasarla bien.
Vergonzosos los apuros de quienes quisieron mostrarse tan eficientes –casi como en los programas de televisión de CSI- en aguas que cada vez se tornan más turbias y pantanosas y que seguramente harán que el caso no se resuelva rápidamente, pues mientras más detalles se preguntan los miembros de esas familias, más rápido se dejan ver las incongruencias de los resultados de la “exitosa” investigación y acción policial.
El caso destapó impudicias como que el 71% de casos de femicidio no se resuelve en el Ecuador o que la lista de jóvenes, mujeres y niñas, desaparecidas, se incrementa, día a día. No hay respuestas. No hay sentencias. No hay culpables. Cinco mil y tantas personas desaparecidas en el 2015 parecen muchas personas. ¿No? Algo no huele bien en Dinamarca.
El caso de las chicas argentinas destapa algunas ineficiencias estatales y de institucionalidad, pero también destapa algunos problemas ciudadanos que indican que como sociedad no hemos avanzado casi nada ni siquiera en la conciencia de los derechos de las personas: el machismo exacerbado; el conservadurismo que nos marca y que es capaz de condenar a dos chicas por el solo hecho de viajar “sin hombre, chaperón o guardaespaldas” que las proteja; el racismo y los estereotipos frente a los supuestos culpables (que parece que no lo son) pero que son pobres (y el uno, además, negro); que parecemos desconocer que una persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario; que creemos que es suficiente logro en la lucha por los derechos de la mujer afear el idioma y construir barbaridades gramaticales por hablar anteponiendo “el los y el las” como si el lenguaje cambiara la realidad; por querer ocultar los problemas de seguridad para no asustar al turista…
Es una vergüenza que en pleno siglo XXI la sociedad ecuatoriana se muestre tan intolerante, machista y racista, prejuiciosa y quemeimportista e ignorante de los derechos, de la libre movilidad, de la libertad, del reclamo acerca del derecho que le asiste a cualquier persona desplazarse por el país de manera segura.
En el Día de la Mujer se dejaron ver las costuras de una sociedad curuchupa y conservadora a la que le falta mucho en cuanto al conocimiento de sus propios derechos y la garantía de su cumplimiento, a pesar de la Constitución y las leyes que se supone que los garantizan.