No se trata de aquellos políticos a quienes el gran insultador expresidente Correa calificó de “cadáveres insepultos”. Se trata de personas vivas, pero que carecen de vida legal por no constar en nuestro inefable Registro Civil.
Parece increíble. El ciudadano señor Víctor Torres ha tenido que deambular de un trámite a otro distinto durante seis meses hasta demostrar que está vivo. Y él es uno apenas de las 123 personas que realizaron trámites similares desde el año 2017 para comprobar que no fallecieron.
Un reportaje, digno de elogio, de la Redactora de El Comercio muestra al señor Torres quien, para el Registro Civil, no tenía vida.
En su viacrucis, como el de miles de ciudadanos que debemos acudir a oficinas burocráticas, el señor Torres ha comenzado su odisea el 14 de junio del 2015, día en que falleció su señora madre. Acudió al INEC y a la funeraria del Seguro Social para tramitar los papeles necesarios para la inhumación. “Seis meses después se enteró que para el Estado él también había fallecido ese día”.
Descubrió su “muerte” en el Servicio de Rentas Internas, a donde había acudido para actualizar información de su negocio de fabricación de aluminio y vidrios. Un funcionario le informó que en el sistema constaba como fallecido. A continuación, acudió al Registro Civil: verificaron sus huellas dactilares, entregó una partida de nacimiento certificada y otros documentos. Dice el señor Torres: “Para que en teoría, me devuelvan la vida, se tardaron seis meses”.
Desde entonces consta en una lista de “personas con vida”. Sin embargo, en el año 2017 debió repetir el trámite en el Registro Civil. También, acudir a que le den vida en el Consejo Nacional Electoral, donde constaba en la lista de muertos. Le dieron certificado de haber asistido a la votación. Toda la culpa, en las esferas burocráticas, la atribuyeron a los familiares que inscribieron la defunción. ¡El lavado de manos opera fácilmente en esos recintos!
En cada ocasión cuando preparan elecciones, hablan de la “depuración” de los registros de votantes, porque entre una elección y otra unos cuantos han fallecido. Para algunos encargados del evento, estos votantes seguramente han salido de sus tumbas a depositar el voto en la urna y recibir el documento de asistencia, “para los fines legales consiguientes” ¿Seguramente para retornar a su tumba?
Estamos alborozados recordando 40 años del regreso a la Democracia, con 30 Presidentes. Esta, con todos sus defectos es mejor que cualquier dictadura incluso de corte autoritario y voraz. Pero en tanto tiempo no se ha conseguido perfeccionar la función del Registro Civil. Gabriel Garcés (Polvorín, Últimas Noticias) escribe: “40 años con 14 presidentes. Uno duró 10 años y otro dos días” “O sea, en 30 hubo 13. Mal número”.