Desde el Ecuador, en permanente transición política se puede aprovechar el título y parte del contenido de la obra de Vargas Llosa en “La Llamada de la Tribu”. Debemos escuchar ese clamor -bueno o malo- pues no es posible permanecer en una situación de inmovilidad en la que nos pulveriza el presente y como hecho cierto solamente queda el difícil pasado. El futuro, en estas condiciones, es un juego de azar con fichas amañadas.
Tuvimos esperanza en la consulta popular y es reconocida la labor de higiene profunda del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio que ha sido encomiable. Pocas veces los integrantes de un cuerpo colectivo han correspondido de manera fiel a las labores encargadas para administrar situaciones democráticas extremas. Sin embargo, cuando penetraron en el laberinto de la administración de justicia se enredaron, para no utilizar el término de fracaso. El Cpccs t comprendió tarde que es una labor titánica dictar un auto, providencia o sentencia que no sean gestionados o interferidos por intereses particulares de múltiples vertientes; en gran parte, los casos son más sutiles que el mundo de las coimas y sobreprecios en la contratación pública. Pareciera que la iracunda afirmación de “meter la mano en la justicia” es un pecado original de la nación que no se lava por ninguna crucifixión.
En cuanto a la Corte Constitucional anterior, terminó entre la obsecuencia a las necesidades judiciales del socialismo del siglo XXI y los trámites mercantiles de algunos de sus miembros. El Consejo transitorio solo certificó su descalabro y la declaró en vacancia. En idioma sencillo, no se prevé que en los próximos meses exista una situación jurídica que demande una interpretación constitucional; tampoco, como se salvará el vacío si el Consejo de Participación titular- que debe designar a dos miembros para elegirá la Corte – recién estará electo a partir de marzo del 2019. Edipo la tuvo más fácil con lo de la Esfinge.
El problema se complica pues en la próxima elección, por primera vez se elegirá a los miembros titulares del Consejo de Participación Ciudadana que el pueblo no sabe que es, ni para qué sirve. Por esta creación, los constituyentes de Montecristi merecen un monumento que sustituya a quien representa a los cuadernos argentinos en la mitad del mundo.
En estas condiciones hay que escuchar llamada de la tribu. O se trata de las voces emblemáticas de Rocafuerte, García Moreno, Eloy Alfaro, Velasco Ibarra, Galo Plaza o Jaime Roldós que reclaman un reajuste integral de la nación; o, por el contrario, es la estentórea exclamación de un caudillo que todo lo puede, todo lo hace y todo se lo lleva.
Solo falta averiguar, si son parte de la llamada los “juristas “que llegaron como observadores al caso Balda. Especie de corifeos encargados de comunicar que el rey no ha muerto y que puede volver. Por tanto, mucho cuidado cuando al amanecer se oiga un clamor que se parezca a “a la llamada de la tribu”.