La capital de Imbabura cuenta con un nuevo espacio de comercialización que posibilita el encuentro entre habitantes del campo y la ciudad. Su diseño tiene influencia andina. Foto: Francisco Espinoza/para EL COMERCIO y cortesía Kuri Kancha
Una cinta roja que cruza por la mitad de una cruz andina indica la trayectoria por donde se proyecta la luz del sol, durante los equinoccios, dos veces al año.
También conocido como el día del sol recto, debido a que los rayos solares caen de forma perpendicular, fue uno de los puntos de referencia para la construcción de Kuri Kancha (Plaza de la Vida), en Ibarra.
Se trata de un espacio destinado para el encuentro de productores agroecológicos y consumidores de la ciudad.
La propuesta arquitectónica busca que los visitantes -propios y extranjeros- se sientan más cerca de la naturaleza.
El símbolo de la chacana, delineado en el piso de tierra en el centro del canchón, es el eje de la distribución de los diferentes espacios.
Para armar esta figura el punto central es la denominada línea del sol, explica Luzmila Vásquez, una de las socias.
La trayectoria solar la ubicaron en los últimos cuatro equinoccios, entre septiembre del 2016 y marzo de este año.
Este ícono andino es un espacio demostrativo, pero también para la realización de rituales durante las cuatro celebraciones más importantes del calendario agro festivo.
La Kurikancha, que abarca un área de 1 500 metros cuadrados, fue construida en mingas. Cuenta con áreas para comerciar los alimentos, revitalizar las prácticas culturales de los pueblos originarios, y fortalecer los saberes y la soberanía alimentaria.
Previamente, de acuerdo a las costumbres kichwas, antes de levantar esta plaza se ofreció a la Pachamama (Madre Tierra) una ofrenda con diferentes alimentos para pedirle permiso de ocupar el lugar.
Los diferentes ambientes fueron construidos con materiales de la zona y con elementos que fueron reciclados. Los espacios verdes priman en todo el inmueble.
Se trata de un presente que incluyó semillas, frutos y el llamado mediano, con cuy, gallina y papas cocidas, que fueron enterrados en el centro de la chacana. Se brinda los mejores productos porque la tierra también debe alimentarse, comenta Rolando Cangás, dinamizador nacional del Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador.
Un rito similar hicieron junto al Yacu Uku, el pozo de agua que abastece de líquido a ese espacio comunitario.
Las áreas edificadas fueron hechas con materiales de la zona como ladrillo y tejas de barro, madera y material reciclado. En este último están los palets que se emplearon para elaborar el mobiliario del lugar.
Desde es el cielo se observan las cuatro cabañas en donde los campesinos exponen sus productos, que son cultivados libres de químicos.
En el inmueble también resalta un área que tiene columnas de árboles colorado y pino, y cubierta de teja. Esta zona, que carece de paredes, es un centro de capacitación.
Junto a ese espacio se instaló la cocina, equipada con un fogón a inducción y un horno de leña. El sistema de la estufa permite la cocción de un mayor volumen de alimentos, pero con menor energía.
La construcción se basa en la cosmovisión andina. Antes de construir rindieron tributos a la Madre Tierra.
Esta obra tiene también columnas de madera y techo de teja. Sobre esa techumbre se colocó el último álabe, que está decorado con un gallo de colores vistosos. Este es un antiguo ritual que se realiza durante la inauguración de un nuevo inmueble, de acuerdo a la tradición indígena.
En Kurikancha se cuidaron todos los detalles. En otra chacana de menor tamaño, ubicada en un rincón de la plaza, se instaló una pequeña huerta con diferentes productos.
Los visitantes pueden observar y aprender sobre la diversidad de plantas que se empiezan a producir. Para promover una buena alimentación se requiere de alimentos de diversos colores, explica Cangás.
Además, en otro extremo hay una pequeña choza que fue construida con caña guadua. El techo tiene hojas de caña de azúcar, que sirve para los juegos de los infantes.
Para el diseño de los baños se optó por sanitarios secos ecológicos, que no requieren de agua para su funcionamiento.
La Plaza de Vida se fue armando con una metodología participativa. Los copropietarios aportaron con sus conocimientos e ideas para crear este concepto diferente.
A esa iniciativa se sumaron los estudiantes de la carrera de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, de Quito, que colaboraron en la construcción de la maqueta. Los diseños de planos estuvieron a cargo de profesionales locales.
El techo de las chozas tienen hojas de caña de azúcar. Allí se concentran los niños para jugar.