El arquitecto Alberto Andino se alista para atravesar un camino de madera reciclada para llegar a su amplia terraza. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO
Un penthouse con un amplio espacio verde y una vista privilegiada de toda la ciudad es la segunda casa del arquitecto Alberto Andino. Está en el piso número 13 de una de las torres del edificio El Girón, en la av. Ignacio de Veintimilla.
Allí funciona su oficina, donde pasa la mayor parte del día. Disfruta de ese espacio y por eso le dedicó tiempo para restaurarlo, siguiendo la línea de trabajo que cobija a sus proyectos: respetuosa con el ambiente y también con la economía.
Andino se destaca por desarrollar proyectos sociales en varios rincones de la ciudad con toques contemporáneos.
Y aquello se observa en los 340 metros cuadrados de construcción y 150 metros cuadrados de terraza que conforman el espacio y que conducen, a través de una escalera, a la casa de su hija Camila. Ella también es arquitecta y, tras cumplir con una maestría en España, llegó con ideas innovadoras al negocio del padre.
Su idea, precisamente, fue instalar una terraza funcional en el piso 13 de ese edificio, ícono de la arquitectura moderna. Se construyó hace 48 años. Allí, cuando hace buen clima, Andino se reúne con socios y clientes. Camila, en cambio, disfruta del sol junto con sus hijos, los fines de semana.
Las instalaciones eléctricas están sobrepuestas.
En la terraza hay abundante vegetación natural que se aprecia desde una puerta de cristal que conduce a la recepción y también desde el espacio en el que Andino concibe todas las ideas.
Abre el ventanal cuando quiere aire fresco. Cuando hay mal clima se limita a observar caer las gotas de agua sobre el césped y la madera reciclada que sacó del inmueble que hoy luce un aspecto contemporáneo. “Aquí nada se desperdicia. Necesitamos tener más afinidad con el planeta. Evitamos los desechos, reutilizando material y hasta construcciones”.
Ese edificio es una opción para dejar volar la imaginación.El toque actual en ese penthouse se aprecia desde el primer momento, justo cuando una mampara se abre con solo presionar un botón.
Esa tecnología contrasta con el resto de puertas de las oficinas distribuidas en los 12 pisos restantes. Son de madera y en la mayoría de los casos poseen una protección de metal. Se abren manualmente, girando la cerradura tradicional.
En su jardín tiene elementos de madera y de mármol.
La mampara conduce a unos escalones de cemento, que están junto a otros fabricadas con tol doblado y perforado.
Esos cubren el espacio que se ganó tras eliminar una pared. El espacio era de apenas 80 centímetros. Hoy supera el metro y las personas suben y bajan con total comodidad.
Los escalones conducen a la primera planta, desde donde se observan siete cuadros del artista ecuatoriano Sócrates Ulloa y otros escalones, también de tol doblado y perforado, que lleven a una segunda planta, desde donde se aprecia toda la ciudad.
El lugar es claro y ventilado. La luz natural entra por las múltiples ventanas que rodean la construcción. Para lograrlo redujeron los antepechos.
Los escalones son de color rojo y contrastan con el tono natural del hormigón y la pintura negra que cubre el techo, del que se retiró estuco. También conjugan con el mobiliario. Hay sofás y sillas recubiertas con cuero de color negro.
La vegetación crece en un terreno de 150 metros.
Otro toque actual proviene de la piedra pizarra, material que recubre el piso interior y una de las paredes de la construcción. Afuera, en el descanso la madera es la protagonista, junto con una docena de pequeñas plantas que emulan un jardín. Andino es un amante de la naturaleza y por esa razón incorporó el verde a su terraza. Esa vegetación se fusiona con la que rodea a Quito.