En Samay Glamping hay una sala principal y 10 habitaciones construidas con materiales locales como el bambú. Fotos: Galo Paguay / EL COMERCIO
Para disfrutar de la naturaleza respetando cada metro cuadrado de terreno nació Samay Glamping, un hotel ubicado en Tababela, a pocos metros del Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito.
La casa principal y 10 habitaciones más fueron implantadas sobre un terreno de 10 000 m², donde abundan árboles de eucalipto y pinos. Las habitaciones, cada una adecuada con camas dobles, fueron construidas con materiales locales, como madera de cedro y caña guadúa.
Según Carlos Sarango, administrador, hasta el momento se han utilizado alrededor de 1 000 varas de guadúa previamente tratadas para evitar que se dañen con la lluvia y el sol.
La habitación La Burbuja, con cama matrimonial, está sobre una base de madera.
Sarango contó que se decidió por esos materiales naturales para que Samay esté en sintonía con el paisaje que lo rodea: vegetación y un río llamado Guambi, nombre de una comunidad aledaña. Por eso conservó también todos los árboles con los que se encontró cuando rentó el espacio.
Para Sarango, la magia de habitar una de las 10 construcciones radica en disfrutar de la vista y de los sonidos que hacen los pájaros cuando se posan en las ramas de los cerca de 70 árboles. Además de los sonidos de las aves, las personas escuchan a las ranas y eso solo es posible manteniendo su hábitat. “Es como si estuvieras en la selva. La gente se va realmente satisfecha”.
Muchas de esas habitaciones tienen vista permanente al exterior, como es el caso de La Burbuja, una construcción cubierta con un material similar al plástico que cuenta además con baño privado, jacuzzi y una red ubicada a 200 metros de altura. Allí los turistas, nacionales y extranjeros, disfrutan de un momento placentero de relax o de lectura.
La cama en La Burbuja puede ser para una pareja o para una persona sola.
La idea de construir un hotel que conecte al huésped con la naturaleza surgió hace un año, después de vivir experiencias similares en Asia. Sarango llegó a ese continente porque es un amante de los viajes y para estudiar. Es administrador de hoteles y empresas. “Cuando regresé vi que no había nada parecido”.
Inicialmente, el propietario de Samay Glamping buscó ayuda de arquitectos para construir las habitaciones, pero con el paso del tiempo las ideas fluyeron mejor con solo la asistencia de especialistas en ciertas ramas. Para la construcción también recurrió a la mano de obra local, sobre todo de carpinteros experimentados del valle de Tumbaco y Cumbayá.
La guadúa también se utilizó para delimitar los espacios.
La guadúa, en cambio, llegó de Pifo. Además de las estructuras, ese material está presente en los cuartos de baño a manera de cerramiento. Evitaron piezas de metal o de plástico en el sector de las duchas tras aprovechar los troncos de los árboles, en donde reposan los lavamanos.
Otro material que se destaca en Samay es la paja, colocada sobre el techo de una habitación. “Nos habría gustado contar con más, pero está prohibido traerla de los páramos”.
Otra de las habitaciones preferidas es La Cueva, construida con tierra y turba. Esa está adaptada con una cama matrimonial para descansar solo o en pareja. Todas las habitaciones cuentan con instalaciones eléctricas y con calefacción, aunque según Sarango hasta el momento nadie la ha solicitado, pues el propósito es disfrutar de la naturaleza respetándola al máximo.
Las habitaciones fueron construidas por su propietario.
Este hotel abrió sus puertas al público en junio del 2018, pero las últimas construcciones están habilitadas desde enero del 2019. Antes de recibir a los turistas, este administrador de hoteles y empresas rescató la casa principal, que estaba en completo abandono y que fue construida en 1983.
Allí hay dos comedores, una sala de estar, una cocina comunitaria, dormitorios para el personal y habitaciones para los huéspedes. “Pintamos, recuperamos tomas eléctricas y después empezamos con la construcciones de las habitaciones”.
Una de las últimas se llama Camper Van, adecuada en una furgoneta Volkswagen de 1986. Allí hay espacio para una cama matrimonial. El cuarto de baño está en el exterior.