Las últimas intervenciones de los próximos mártires de la revolución ciudadana han estado cargadas de un dramatismo tal, que no le piden favor al de las telenovelas. El presidente Correa declaró en Lima que daría hasta su vida por la libertad de expresión; el ministro de Relaciones Laborales, Richard Espinosa, en una entrevista para la CNN no se quedó atrás e indicó que estaría dispuesto a ofrendar su vida por la causa. Esto último fue muy extraño, pues lo único que le pidió el periodista fue su opinión sobre el descontento de los servidores públicos ante la anunciada compra de renuncias obligatorias.
En ambos casos consideramos desproporcionado el sacrificio y muy tentadora la oferta. ¿Qué tal si les tomamos en serio? Mejor desistir de estas proclamas de inmolación pública, antes que los hechos acompañen a las palabras.