En la escuela se nos enseñó que el caraqueño Simón Bolívar, libertador de cinco naciones, era nuestro padre, por lo que siempre hemos visto a Venezuela como país hermano. Posteriormente muchos compatriotas atraídos por la prosperidad emigraron a ese país, que desde la época del dictador Juan Vicente Gómez, pese a la tiranía y posteriores gobiernos corruptos, tránsito por una prosperidad y desarrollo poco vistos en Sudamérica. Lamentablemente un seudo socialismo populista mal entendido, con el principio que el petróleo venezolano es de propiedad del pueblo, repartió a manos llenas inmensos recursos en vez de invertir en producción y desarrollo, para estimular la economía, que siempre se basó en importaciones para el consumo, y no se generó un sistema productivo autónomo, tratando de emular un modelo totalitario fracasado que en 60 años no ha podido resolver los problemas de su pueblo, expropiando y estatizando empresas, que ahuyentó la inversión nacional y foránea.
Sin embargo la existencia de un gobierno paralelo, apoyado por un sector del concierto internacional, tampoco es solución, por lo que debería impulsarse una consulta popular con participación de la OEA o la ONU, que ratifique o revoque el mandato del gobierno actual.