“Soñar no cuesta nada”, nos decían nuestros padres cuando apuntábamos nuestras metas hacia algo inalcanzable. En los actuales momentos pedir que haya líderes que se preocupen por los ciudadanos es inalcanzable. Desde Río Grande hasta la Patagonia se repiten los casos de políticos que más hacen daño a sus países que las grandes potencias extranjeras.
Casi ninguno de estos mandatarios intenta gobernar con: madurez, respeto a los demás, apego a la verdad, pasión por servir a la comunidad, y tampoco practican el fino arte de dar valor a las sanas sugerencias y a la crítica constructiva. La casi totalidad de estos gobernantes actúan con intolerancia, odio, insultos, dividen a las poblaciones, callan abusivamente a la libre expresión, abusan del poder a ellos conferido, cierran los ojos a la realidad de sus entornos y borran con el codo lo que hacen con la mano.
Estos seudodirigentes no merecen el grato recuerdo de sus pueblos, ya que no recuerdan que “el secreto del buen hablar (y gobernar) es saber escuchar”…