Acaso se han preguntado ¿Cuántos enfermos, adultos mayores y niños tiernos permanecen en sus casas, al menos en esta época de pandemia?… ¡muchos!. Sin embargo y, sin consideración alguna, las dichosas camionetas del gas con su cantaleta cansina a todo volumen y sus ensordecedores pitos, no dejan de perturbar nuestra paz desde tempranas horas de la mañana hasta altas horas de la tarde.
Este reclamo ya lo hemos venido haciendo por reiteradas ocasiones, sin que se haya dado una solución definitiva a este conflicto, pues, las autoridades pertinentes se hacen “de los oídos sordos”, ignorando el clamor del pueblo que, al menos en estos momentos álgidos que está viviendo, necesita paz y tranquilidad en sus hogares.
La ciudadanía se pregunta: ¿A quién o a quiénes debemos recurrir para que esta anómala situación se arregle definitivamente? ¿Será que, hasta la fecha, no se ha logrado encontrar otro mecanismo adecuado para reemplazar estos escandalosos y atosigantes ruidos que, como es obvio, atentan contra la salud mental y física de los habitantes o ésta sigue siendo “tierra de nadie”; existe alguna ley que reglamente esta evidente y peligrosa contaminación auditiva?
Últimamente y, a través de los medios, tenemos conocimiento que ya se emitió una prohibición para impedir estos ensordecedores ruidos pero, los distribuidores hacen caso omiso de estas disposiciones y siguen atentando contra la paz y la salud mental y física de los ciudadanos.