Quito, ciudad de fantasmas
Quito mi ciudad leída, repasada, defendida, amada. Soy quien soy y con mi edad me parezco a los quiteños que subían por la chorrera al Pichincha, por ahí por las lomas de Miraflores acostumbrábamos pescar en los charcos o torear alguna vaca brava que se paseaba por la hacienda, la ciudad creció y vinieron mis hermanos de las provincias buscando trabajo y crearon barrios y levantaron costumbres de su vida rural, de antaño.
Quito, la del centro estaba enseñoreada por iglesias y por calles llenas de comercio. Nadie ayudó al tráfico y por eso conducir en el centro es un tormento. Los alcaldes después de un tiempo, sin dar fechas no amaron lo suficiente a la ciudad, se amaron ellos, como si fueran Nerones y la partieron, esta aprendió a crecer en el vituperio, se desarrolló con un liderazgo muerto, faltaba el líder del pueblo, no necesariamente populista sino el alcalde férreo y pasaron las cosas que todos sabemos y los problemas en lugar de disminuir crecieron. La ciudad amable murió y se convirtió en bastión de la política electorera, no les interesaba en el fondo Quito, sino la chequera, el progreso del partido, a la final aquí estaba la sede del gobierno. Nos partieron los múltiples colores, las ideologías de derecha y de izquierda. Se tapaban huecos y protestas, no se servía, será por eso que esta ciudad tiene una altísima tasa de desempleo y una altísima tasa de otros problemas más, en sus huecos, en sus calles estrechas del centro y del suburbio se mata, se miente, se roba, se viola, se… Quito es una ciudad de fantasmas, una ciudad de miedo. Mi Quito amada.