La feria de los sábados, en Riobamba, es grande y genera mucho movimiento de personas, productos y dinero que activan todo el comercio de la ciudad, y es abundante el expendio de productos alimenticios de Costa, Sierra y Oriente en sus numerosos mercados. A ella acuden comerciantes y vendedores de las provincias vecinas.
Aunque la ciudad tiene 10 mercados, la feria ocasiona un tremendo desorden y aglomeraciones en dos de ellos: San Alfonso y el Prado, con grandes masas de vendedores informales que invaden aceras y calzadas de sus calles aledañas, especialmente la Eugenio Espejo que une a estos dos mercados, lo que perjudica a los negocios establecidos y convierte este sector en un infierno y en un potencial foco de contagios.
A esto se suma las condiciones paupérrimas y antihigiénicas en las que funciones estos dos mercados (si pueden llamarse tales), ya que son apenas unos grandes cobertizos sobre pilares, sin paredes y sin ninguna de las características de un auténtico centro de expendio de productos alimenticios o de otros géneros.
El desorden y caos referidos han aumentado en los últimos tres meses (en plena pandemia) y es consecuencia de la incapacidad del Municipio, pues estamos viendo, con asombro, que su incompetente cuerpo de agentes municipales tampoco puede liberar parques y calles del Centro Histórico de la presencia diaria de vendedores ambulantes, mendigos y trabajadoras sexuales.