Bienvenido a San Francisco de Quito, esta villa que honra más tu nombre con la de Papa latino; sus gestores la conjuntaron tanto en su fe, que está llena de iglesias y conventos, donde un serafín canta al barroquismo. Traes el mensaje de Cristo y lo recibimos complacidos desde el Carchi al Macará; nos acogemos con profundidad al significado de tu presencia que es amorosa; iglesia cristocéntrica, edificante , liberadora. Bendito por ello.
Sabemos de tus pasos, huellas grabadas en las dos vertientes: como soldado de Cristo, y aquella que escogiste para llevar adelante la luz evangelizadora del Pontificado, bendecida por él santo Cósmico, por él “Poverelo de Asís”, san Francisco. Estos son los puntales de tu eficiencia por donde caminas día a día, paso a paso, Cruz Grande Redentora de Cristo. Por eso te recibimos dichosos y encendemos las antorchas de nuestra fe para acompañarte como cuando vamos de romería a El Quinche, en Pichincha, o hacia La Churona, en Loja, y en tantos puntos más donde se venera a la Virgen Santísima. Con la pasión que Dios solo sabe ponemos en las procesiones, este es un pueblo conjunto, papa Francisco.
Por eso te ofrecemos con júbilo los versos del padre Carlos Suárez Veintimilla o los cuadros de Víctor Mideros, o las canciones que todas las mañanas ofrecen las monjitas en los claustros al Amor Divino. Este pueblo fue el primero en consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús. Esta es una población que tiene sus heroicidades en las madres de numerosos hijos, estos que no paran de bendecir la labor y el pan ganado con sudor digno, por eso también es valiente y decidido; por eso, nada ni nadie podrá contra nuestras iglesias repletas de fe y esperanza los domingos.
Nadie ni nada podrá quitar de nuestros corazones la alegría que nos embarga de haberte recibido. Gracias por haber venido al Ecuador. Que Dios te proteja en tu camino, santo padre.