He tenido días de reflexión desde el merecido homenaje a sus 90 años al presidente Durán Ballén, organizado por varios amigos y ex colaboradores, comentado por varios editoriales. Supo sembrar la lealtad y gratitud que solo un líder, un estadista, lo sabe hacer. Lejos de los gritos, el insulto y la imposición, esto lo logró como los padres modernos con reflexión, educación, cariño, tolerancia y lealtad hasta con los opositores.
Siendo su amigo, al principio pensé que la amistad, la gratitud y el cariño podrían hacerme perder la objetividad, al ver los cambios que se han dado frente a la política de hoy; pero con temor a equivocarme, creo que no, existía la palabra del Presidente, no solo durante su gobierno, sino incluso cuando terminó su carrera política como legislador, había dado su palabra y eso era de indiscutible cumplimiento.
Falacias sin sentido como el caso Flores y Miel, en el que no tuvo nada que ver, como el caso aeropuerto de Los Perales, donde la justicia lo declaró inocente, podrían exponerse y se lo hicieron en los medios sin sentido, pero eso es democracia.
Qué diferencia, un líder tolerante, visionario, con palabra, que hasta hoy cosecha lealtad de centenares de personas (entre ellos varios detractores políticos, un amigo; busco en la comparación muy lejos del adulo, él lo sabe. Algo de reflexión para los políticos de hoy.