Ante la luz del día y las miradas atónitas del mundo entero, no le importó su proceder, soberbio ante las suplicas de sus paisanos que sufren por no comer, prefirió formar una hoguera con la ayuda humanitaria de sus países vecinos, echando al traste los sueños de esperanza y libertad social. Los vientos soplan con olor a fuego y la carne se pudre mientras las lágrimas de desconsuelo brotan sobre las mejillas de todo un pueblo. Será acaso que la carta está ya echada sobre la mesa y la suerte de Venezuela está condenada hasta que el perro muera y se acabe la rabia.