Hemos tocado fondo: tenemos un Presidente grosero y ávido de dinero, que llama “limitadito” a un Premio Nobel; una Asamblea obsecuente que legisla a favor del “jefe” y no fiscaliza sus actos; un Fiscal saliente que se entera tarde que le han utilizado y un entrante para quien el fin justifica los medios; funcionarios de Estado “alfombrados” ante la egregia figura del supersabio; judiciales serviles, asustados o comprados; Fuerzas Armadas mantenidas a raya a base de prebendas; Policía vigilada, advertida, perseguida y enjuiciada; alcaldes y prefectos bien acomodados, que creen que la cosa no es con ellos; choferes incultos y agresivos; delincuencia aleve y bien armada; ciudadanos manipulados, amedrentados, encarcelados, vilipendiados; defensores de los derechos humanos desaparecidos, inexistentes y por último una oposición desarticulada, ambiciosa y fácil de corromper.
Dios, qué difícil y antipático se ha vuelto el vivir en este “mi Ecuador querido”, la hermosa Patria que me vio nacer, en la que quisiera dejar mi último aliento y por la cual he trabajado denodadamente toda mi vida.¿Veremos al fin la luz al fondo de tan largo túnel?, ¿brillará por fin el arco iris en el firmamento nacional? ¡La esperanza, sin embargo, es lo último que se pierde!