Libertad de expresión y palabra

Estamos viviendo tiempos difíciles, de un país, hasta hace poco tranquilo y pacífico, a otro de incertidumbre, miedo y constante peligro, que amenaza nuestra seguridad y lo más importante, nuestras vidas. No recuerdo en mi largo paso por la vida estar pasando por estos momentos; no quisiera pensar que terminaríamos nuestra existencia llevándonos un mal recuerdo de nuestro trajinar por el mundo y sin saber qué puede pasarles a nuestros hijos, nietos, familiares y la gente común y corriente del querido Ecuador.

Los problemas actuales son muchos en el orden social y humano; en el campo político aún más graves; en el económico, la pobreza, el desempleo, la inequidad, la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la falta de respeto a las ideas; la falta de ética de las autoridades; el doloroso trajín para recibir atención médica oportuna y eficaz de parte del Estado; el elevado costo de los productos de primera necesidad y la falta de control en los precios de las medicinas, hacen presumir un futuro incierto.

Si a esto añadimos lo que ocurre en el campo de las libertades individuales y colectivas, así como en la libertad de expresión y el uso de la palabra que es la riqueza sublime del hombre libre y pensante, entonces debemos concluir que estamos bajo la amenaza constante de no poder emitir nuestro juicio en los medios y que nuestras opiniones no servirían de nada y quedarían en el olvido y en el vacío.

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