Ahora están apareciendo voces disonantes al respecto de la concesión del servicio de agua potable en la ciudad de Guayaquil.
No desconozco que existen problemas, muchos, pero de allí a querer solucionarlos retirando la concesión, es sencillamente desconocer o haber olvidado el padecimiento pasado de la ciudad, ante la escasez del líquido vital.
Para los jóvenes que no vivieron esa época, ¿quieren conocer de cerca como era? Vayan y pregunten a los habitantes de Durán.
En esa época, el agua llegaba por horario, en un chorro tan lastimero que era necesario usar bomba directamente a la tubería para succionar el agua. Era de muy dudosa calidad; muy frecuentemente llegaba con tierra producto de roturas de vetustas tuberías. Muchas familias tenían que bañarse en los patios con baldes, ante la prácticamente inexistente presión. Los reboses de las aguas servidas y sus olores ya eran parte de la ciudad. Cualquier persona mayor de 50 años lo puede aseverar.
¿Y queremos regresar a lo mismo?
Sí existen novedades, y debemos solucionarlos, pero bajo la misma óptica de concesión. Los resultados de retroceder a que el manejo lo haga directamente el ente municipal, lo podemos visualizar viendo el suministro, calidad de agua y manejo residual del resto de cantones del país.
Hasta cuando el pueblo se deja convencer por lirismos románticos, visiones paradisiacas y cantos de sirenas.