Ingenuidad e impunidad
El pasado viernes 8 de marzo, el país conoció de la filtración y difusión de un diálogo telefónico entre la presidenta de la Asamblea Nacional y la ministra del Interior, relacionado con un presunto tráfico de influencias, orientado a dejar sin efecto y bloquear la creación de una comisión legislativa que debía investigar los presuntos actos de corrupción que involucrarían al Presidente de la República y su entorno familiar, conforme se denunció en semanas pasadas.
Como todo acto bochornoso en la esfera política, luego de causar la inicial conmoción y el alboroto usual a través de las redes sociales, se pregonaron las consabidas exigencias de renuncias, y se cruzaron dimes y diretes entre las partes. No faltaron las acusaciones y teorías conspirativas de espionaje en el interior del palacio legislativo, lo cual llevó a que la presidenta de la Asamblea Nacional requiriera que la Dirección de Inteligencia policial realice las investigaciones del caso. Este petitorio fue solícitamente atendido por la ministra del ramo, y de esta manera se llevaron a cabo barridos electrónicos y se optimizó la seguridad física del recinto legislativo y de sus comunicaciones, según dan cuenta varios medios de comunicación social.
Acostumbrados a vivir sobresaltados, de escándalo en escándalo, ¿realmente consideran que somos tan ingenuos como para pensar y creer que se llegará al fondo del asunto? Ha pasado ya bastante tiempo desde el anuncio del descubrimiento de una cámara oculta en el despacho presidencial; más de un año desde que se conoció del comprometedor diálogo telefónico entre un ex contralor prófugo de la justicia y el destituido ex presidente de la Asamblea. Igual que entonces, con la misma rutina de siempre se apresuraron a declarar que se investigaría “hasta las últimas consecuencias” (frase tan gastada como ingenua). Nada se sabe y nada se comunica (hasta hoy) sobre el resultado de las famosas investigaciones.
Y así también pasará con esta última filtración, irá al cajón del olvido, hasta que próximamente aparezca otro caso vergonzoso (propio de nuestra clase política) adobado con una buena dosis de estridencia, que nos lo haga olvidar. Amnesia e ingenuidad, crean y alimentan la impunidad.